Un comentario de la obra Orlando, puesta escénica que se acaba de estrenar en el Teatro Británico de Miraflores y que está inspirada en la novela homónima de Virginia Woolf.
Por Jaime Cabrera Junco
De la puesta escénica del Teatro Británico me han quedado grabada dos cosas. Por un lado, la música que irrumpía para pulverizar cualquier momento solemne o filosófico. También el desplazamiento y coreografía del elenco que llevaba el hilo de la narración. Este último recurso válido y necesario, pues Orlando es una novela de casi 300 páginas complicada de adaptar a las tablas.
El texto original de Virginia Woolf, publicado en 1928, era una falsa biografía de un desorientado muchacho de 16 años, que iba en busca de asentarse en el mundo; primero a través del amor y la vida sensual y, finalmente, a través de la poesía. La narración es una travesía que comienza en el siglo XVI y concluye en el siglo XX con un giro fantástico: Orlando de un momento a otro se vuelve una mujer. La adaptación hecha en el año 2010 por la dramaturga estadounidense Sarah Ruhl nos trae una relectura moderna de esta novela centrada en cuestionar los roles del hombre y la mujer en la sociedad, así como la reafirmación de una identidad individual. Incluso, por el monólogo final, podríamos afirmar que pone en discusión también las relaciones humanas en general.
La obra que apreciamos actualmente en el Británico respeta la esencia del texto de Woolf, pero matiza las constantes reflexiones —puestas en boca del variopinto elenco—con situaciones cómicas. Por ejemplo, mencionaba líneas arriba las canciones insertadas después de algún momento clave: Era mi vida él, de Isabel Pantoja, o El amor, de Tito ‘El Bambino’, por citar algunos hits que, por contraste, despiertan las carcajadas del público. Aunque el protagonista es Orlando (Fiorella Pennano), los demás personajes interactúan en todo momento con él-ella, sea llevando el hilo narrativo o comentando sus acciones o interpelándolo. A lo largo de la obra, los personajes van tomándose la posta, sea para narrar o para interactuar con Orlando. Esta suerte de ‘coro griego’ viste de negro, mientras que el personaje principal, de blanco.
La apuesta de Norma Martínez, directora de la obra, por generar una interacción y diálogos ágiles le restan aridez al texto original de Woolf. Lo destacable de Orlando, además, de las actuaciones —digamos que todas parejas— es la parte técnica, la iluminación y escenografía. Su sincronización y calidad resaltan en casi las dos horas de función. Quizás por momentos se exagera un poco el intercambio de roles que hace el personaje de Jordi Vilalta, pero eso no le quita a la obra la frescura y dinamismo. Estamos ante una obra escrita a inicios del siglo XX y que aun ahora muchos de sus cuestionamientos siguen vigentes. El mérito de esta puesta es actualizarlos y ponerlos en contexto a nuestros días.
Yo empecé leyendo el libro antes de ver la obra. Si la obra los lleva al libro, verán que hay mucho más también en esta novela de Woolf, quien se la dedica a Vita Sackville-West, una aristócrata y escritora con quien tuvo un amorío a finales de los años veinte.
FICHA TÉCNICA
Obra: Orlando
Dramaturgia: Sarah Ruhl, en base a la novela homónina de Virginia Woolf
Conversamos con Jorge Eduardo Benavides, a mediados del 2018, cuando vino a Lima para presentar su novela El asesinato de Laura Olivo, obra ganadora del XIX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. El escritor nos habló del trabajo de creación detrás de esta obra, así como de su mirada sobre el mundo editorial. Compartimos la entrevista en el marco de su visita al Perú para promocionar su novela El collar de los Balbases.
Por Ricardo Flores Sarmiento
La novela El asesinato de Laura Olivo está enmarcada dentro del género policial clásico, donde se busca al autor de un crimen a través de un investigador privado, sin embargo, también nos presenta el mundo editorial desde el lado de las relaciones entre los agentes literarios y los escritores. Desentrañando algunas de estos vínculos de amor-odio se encuentra la respuesta a la trama.
Sin embargo, quien es pieza clave y se roba la atención de la obra es el ‘Colorado’ Larrazábal, un expolicía peruano afrodescendiente, de origen vasco, quien se ve obligado de salir del Perú luego de intentar frenar un caso de corrupción durante el gobierno de Alberto Fujimori. Viaja a España en busca su origen y durante su vida en el barrio de Lavapiés, en Madrid, se enamora de una joven marroquí, Fátima, quien le pide ayuda para desentrañar el secuestro de su padre tras lograrla, su casera le encomienda seguir el caso de su sobrina, Lucía Luján, una periodista, quien es la principal sospechosa del asesinato de la afamada agente literario, Laura Olivo, quien a pesar de estar casada mantenía una relación con Luján. Es ahí donde Larrazábal se introduce en el mundo literario.
Esta novela también podría ser una obra de encuentros del universo creativo de Jorge Eduardo Benavides. En sus páginas podemos hallar a Albert Cremades y Laura Olivo, quienes aparecieron en la novela Un asunto sentimental; a Francisco “Paco” Costas, esposo de Laura Olivo, quien protagonizó su cuento “El enigma Carmelita”, y el propio Colorado Larrazábal, quien nació en un cuento por encargo titulado “El último caso del Colorado Larrazábal”.
La realidad y la ficción se entremezcla en las páginas de la novela con la aparición del autor chileno Jorge Edwards, quien tiene un papel fundamental en la novela, al igual que el escritor ecuatoriano del boom latinoamericano, Marcelo Chiriboga, creado por José Donoso en su novela El jardín de al lado y luego afianzado por Carlos Fuentes en su obra Cristóbal nonato.
¿Cómo nació la idea de escribir El asesinato de Laura Olivo?
Había escrito por encargo un cuento largo sobre este personaje, que es el ‘Colorado’ Larrazábal. Me había interesado hacerlo. Es un personaje de raza negra y de origen vasco. Me parecía interesante porque como vivo mucho tiempo fuera del Perú me resultaba más cómodo encontrar un personaje que tuviera ciertos componentes no solo peruanos. Por otro lado, tenía pensado hacer una novela sobre los entretelones de los escritores y su relación con los agentes y editores, que es un mundo que se conoce muy poco. Así que de la mezcla de esos dos intereses es que surgió El asesinato de Laura Olivo.
En la novela hay dos hilos que mantienen la tensión principalmente: el casi irresoluble caso del asesinato de Laura Olivo y el asesinato del amigo cercano del ‘Colorado’ Larrazábal. ¿Estás dos ideas surgieron durante la escritura o estaban planeadas?
En realidad, tenía la idea del asesinato de Laura Olivo, que es la trama principal, pero sabía que en las novelas negras una manera de mantener la tensión es crear una pequeña subtrama que vaya aliviando la primera, pero esa fue un poco más descubriéndose, porque, además, estaba basada en un hecho bastante cercano, real. Meses antes, de que empiece a escribir la novela. Salió en la prensa española, en la televisión, que habían atentado contra un abogado, y no lo habían matado porque no estaba en su despacho. Mataron a gente inocente en su despacho y este había sido un fiscal, entonces, lo incorporé. Me pareció que era fantástico que lo incorporara. Lo que ocurre con él al final es algo de la trama y es nuevo.
Si bien la novela ocurre en Madrid, España, hay una cercanía con Perú tanto con el caso del amigo de Larrazábal y el propio ‘Colorado’ que es peruano.
Sí, aunque vivo tanto tiempo fuera, pues sigo siendo peruano y sigo sintiendo mi vínculo con el país. Me resulta un poco incómodo no tener personajes peruanos para mí son un vínculo y digo «me resulta incómodo», porque no sabría bien cómo encarar la novela sino hubiese alguien, que pudiera más o menos pensar como yo o desde donde en algún momento yo he estado, que es este país.
En su novela hay personajes de sus obras anteriores como de Un asunto sentimental, ¿cómo organizó estos crossovers?
Sí, porque me pareció interesante. Laura Olivo es un personaje bastante importante en Un asunto sentimental, lo mismo que Albert Cremades, el escritor, son respectivamente agente y escritor, y como Laura Olivo representaba a una agente que es una persona, que no es solo voluble sino antipática y terrible, pues me había quedado este personaje. Yo siempre he trasladado personajes de otras novelas a la nuevas que estoy haciendo cuando se da la ocasión no trato de forzarlo, pero creo que eso corresponde a que mi idea del universo narrativo es bastante cohesionado, es decir, por mucho que los temas sean alejados entre sí siempre hay una cohesión de mi manera de ver el mundo y que básicamente tienen que ver con mis preocupaciones, el traslado de la política a la ficción, la exploración sobre la identidad que hay en El enigma en el convento, donde el general Goyeneche es español, pero es peruano y no sabe cómo sentirse como Larrazábal que es un señor que no sabe bien cuánto es vasco y cuánto es peruano, como en El asunto sentimental esta chica que va buscando distintas causas para luchar contra la opresión en el mundo, entonces, la identidad es muy importante en mis novelas.
No solo usa personajes, sino está el escritor Jorge Edwards, quien tiene un papel importante en su novela. Le da verosimilitud al relato…
Bueno, Jorge Edwards surgió primero porque es buen amigo, pero surgió por una necesidad, un personaje importante en la novela es Marcelo Chiriboga que es un escritor que no existe, que se inventaron José Donoso y Carlos Fuentes, y a mí me servía para la trama porque esta novela, es una novela de un subgénero, que los anglosajones llaman: bibliomistery, que son novela negra en el cual hay un libro o tiene que ver el mundo editorial, por ejemplo, El nombre de la rosa, entonces, aparecía Marcelo Chiriboga, que es un escritor del ‘boom’ aparentemente y por lo tanto resultaba imprescindible alguien que lo conociera y el que yo tenía más a mano era Jorge Edwards. No podía ser un escritor del boom aislado del boom. Entonces, apareció Jorge Edwards que quedó encantado y que le gusta decir que él tiene un papel importante en la novela cosa que es bastante cierto.
Si bien la novela es un clásico policial, hay bastante en la subtrama del mundo literario y dentro ella comenta que los agentes tienen que lidiar bastante con el ego de los escritores, pero, ¿cómo lidian los escritores con su propio ego?
De muchas maneras. Novelas como esta, evidentemente, inciden en una parte de la realidad que es el ego, de la fragilidad del ego de los escritores, pero son un porcentaje mínimo. Los escritores por mucho que se diga suelen ser gente bastante normal, común, corriente y anodina, pero cuando se dan los egos como en muchos casos trabajamos, pues aparecen personajes que es lo reseñable y que es lo novelable. ¿Cómo lidian los escritores? Algunos lo tienen muy bien dosificado y otros que son los pintorescos. Hay escritores que están encantados de conocerse, hay escritores que sienten que el mundo no reconoce su talento y se encuentra uno con ciertas variedades de egos y exacerbaciones de su propio valor.
Hay una escena en la novela que me parece importante y actual, que es cuando Álvaro del Hierro está dando una entrevista y se acerca el ‘Colorado’ Larrazábal y le dice: “muchos escritores se mueren por esto, pero yo no”. ¿Cómo ve el momento actual donde los escritores y sus novelas son mostradas como productos y en las redes sociales publicitan su libro, y es bastante comercial?
Siempre ha existido. A mí me parece bien que promocionemos todo lo que podamos nuestro trabajo. Recuerdo hace muchos años en la Feria del Libro de Madrid, una persona medio que nos reprochó a los escritores de por qué teníamos que estar ahí, le respondí que me sentía un señor campesino que cultiva sus tomates y luego va a la feria y vende su producto. No me parece nada indigno vender mis libros. Ahora los escritores antes de vender el libro tenemos que escribirlo y ahí está la diferencia. Hay escritores o hay gente que quieren escribir para vender, mientras que la mayoría de escritores que nos gusta nuestro oficio primero escribimos y después nos enfrentamos al problema de venderlo. A nadie le gusta creo, en ese sentido, la sobreexposición mediática, entre otras cosas, porque es cansadora y porque quita tiempo para escribir, pero si hay que promocionar el libro pues se tiene que promocionar y me parece perfectamente correcto.
Usted me mencionaba que antes había escrito un cuento sobre el ‘Colorado’ Larrazábal, pero no había pensado entrar de lleno a la novela negra, ¿es lector de novela negra?, ¿cómo se acerca a este género?
En realidad, no soy gran lector de novela negra, de novela histórica, ni soy un lector de género. Me gustan las buenas novelas sean policíacas o del género negro tanto como me gustan las novelas históricas o las novelas de realismo social, etc. Sin embargo, la novela negra es un género muy amplio, que tiene muchos subgéneros al mismo tiempo, así que siempre he leído a los grandes clásicos, por ejemplo, Agatha Christie, me encanta. Me parece magnífica. Me parece que es la novelista por excelencia del género en el sentido que siempre hay una trama. Cuando escribo, cuando quise escribir y escribí sobre el ‘Colorado’ Larrazábal quería que fuera una lectura amena, es decir, quisiera que el lector leyera ese libro en la playa. Esa lectura de vamos a descubrir quién es el asesino, qué es lo que pasa, cuál es la peripecia, porque una novela negra tiene que proponer un cierto enigma, un misterio que se debe resolver, naturalmente. Eso no significa que no haya un trasfondo, que es como el que había hablado antes el de la identidad, el de una realidad social, el del desencanto que se da con la gente cuando la conocemos más de cerca, hay un fondo, pero a hay una trama y a mí me importan las novelas de trama, por supuesto.
El ‘Colorado’ Larrazábal se ha hecho un personaje entrañable. Además, también lo he leído en las críticas y en comentarios de lectores de la novela. ¿Ha pensado continuar con él?, ¿cuál es su idea con este personaje?
Por el momento, no, porque no me gusta o nunca se me ha ocurrido sagas de personajes, pero naturalmente por la respuesta que ha habido, me lo he planteado. Sé que hay una historia más que quizás en algún momento aborde y que me parece casi natural, que es que Larrazábal tiene que ir a buscar sus orígenes. Tiene que ir al país vasco y no lo voy a hacer viajar sin que no haya un caso, pero por el momento tengo una novela que es una novela histórica ya escrita hace tiempo que sale con la Huerta grande, que se llama El collar de los Balbases y aprovecho lo que me queda de verano ahora que regreso a Madrid para rematar una novela que no tiene nada que ver con estos temas, que vengo escribiendo hace tiempo con lo cual, si hay ‘Colorado’ Larrazábal, será para más adelante.
LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE JORGE EDUARDO BENAVIDES
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Me parece la novela de las novelas dentro del mundo más moderno. Es absolutamente fascinante, donde hay una serie de preocupaciones técnicas resultas con singular maestría.
Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. Es una novela de un profundo despliegue técnico y de gran complejidad y ambición. Nos ha enseñado a leer la realidad de una manera mucho más intensa. Es una de las mejores novelas de Vargas Llosa, pese que es un autor de altísima calidad y que tiene muchas otras como La guerra del fin del mundo.
El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso. Es una novela que entra en un mundo casi de pesadilla, en un mundo interior de distintos personajes y es una manera metafórica de narrar esa sociedad en permanente descomposición, que él nos muestra del Chile de ese entonces, pero que es evidentemente una novela universal.
La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique. Es una novela que me hizo sentir que podía ser escritor, porque era una manera de contar, una manera de decir tan distinta para mostrarnos un mundo desde una perspectiva risueña, luminosa, y no por ello menos compleja y menos profunda. Yo creo que es una de las grandes novelas peruanas del siglo XX.
El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina. Es una novela que ganó el premio Planeta en 1991 y que abre un ciclo de novelas en España con una ambición muy profunda, todas estas son novelas de ambición naturalmente, en la que uno ve la altísima calidad de Muñoz Molina para narrar gran parte de la historia de España sin que con esto haga una novela histórica.
La revista La casa de cartón, en su etapa primera, fue una sobria revista de la década de 1980, que tomó su título del primer libro del poeta Martín Adán, y en la que publicaron, por primera vez, escritores luego consagrados, como Pilar Dughi y Siu Kam Wen; asimismo, creadoras como Patricia Alba o Carmen Ollé, dieron a conocer allí textos que no se encuentran en sus libros. El premio Casa de la Literatura, Cronwell Jara, también participó en ella e incluso fue coordinador de su último número. A fin de que esta información no se pierda, se presentan aquí, de manera comentada, los índices de esos años de la revista.
Por Bruno Ysla Heredia
Nacida como una manifestación cultural de un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en homenaje al vanguardista primer libro (1928) de Martín Adán (1908-1985), y dirigida, en principio, por los poetas Sandro Chiri y Oscar Limache, condiscípulos de la Facultad de Letras de la decana de América, la revista La casa de cartón salió en febrero de 1980, de manera bastante modesta y en medio de la crisis política y económica que padecía el país. El contexto era, sin embargo, uno de efervescencia literaria también, como rememoraba Chiri en una investigación sobre la segunda etapa de la revista, en que vieron la luz diversas publicaciones periódicas en San Marcos y también fuera de la universidad, algunas de carácter efímero, (no hay que olvidar, de esa década, a revistas con mucha personalidad, como Macho cabrío); “se trataba, pues, de una verdadera ebullición editorial animada fundamentalmente desde la vida universitaria”. Un momento, como me lo expresó en una comunicación informal el mismo profesor, en el que los jóvenes se opusieron al desánimo y a la destrucción inminente con las armas de la creación.
A partir del segundo número, de fines de 1980, la revista dio un gran salto cualitativo, dejó el formato de fanzine y se volvió una publicación visualmente muy sobria, pero no acartonada, pues mantuvo un poco el tono lúdico y hasta pícaro del primero. El cambio se vio, también, con la inclusión de textos de escritores de otros países, como el poeta chileno Jorge Teillier. Y, aunque la preponderancia siempre fue de creación poética (con alguno que otro esbozo narrativo), con la breve entrevista a Juan Gonzalo Rose, se siente la intención de ir más allá de aquello. El número tercero, de 1981, ya con solo Sandro Chiri al frente, fue un avance en ese sentido, pues contenía entrevistas a los críticos literarios Luis Alberto Sánchez y Antonio Cornejo Polar y un recuerdo, del poeta Víctor Mazzi, del Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM). En lo visual, el minimalismo estético de la revista resultaba cálido e íntimo, por eso es mi número favorito al respecto.
El positivo viraje se terminaría de confirmar con el cuarto número (doble, también es el quinto, de fines de 1982 y principios de 1983). Continuaba Chiri solo en la dirección, pero siempre con el apoyo de Víctor Hugo Velázquez, quien había dibujado el logo de la revista, basado en la casa barranquina de Martín Adán, y también de Gilberto Alvarado, diseñador de la tipografía. Contaría luego, eventualmente, con la asistencia de Juvenal Ramos, Elsa Cajas Rojas y Erik Chiri. La publicación empezó a tener el subtítulo Revista de arte y literatura, cambió también su formato a tamaño A4, e inició, de manera tímida, su vocación monográfica, y de transición hacia lo artístico y cultural, con varias páginas de textos de homenaje al pintor Sérvulo Gutiérrez. Además, presentó una sección de fotografía. Todas estas modificaciones se mantendrían en los dos números siguientes (1983-1985), con más páginas para las entrevistas y los textos de ensayo.
Sería con el octavo número (1986-1987), siempre con Sandro Chiri en el timón y con la colaboración de Cronwell Jara y María del Carmen Zapata, que la revista alcanzaría una contundencia y solidez que parecían anunciar una continuación. Por sugerencia de la poeta Rosina Valcárcel, estuvo dedicado en su totalidad a la creación literaria y artística de las mujeres peruanas. El número fue notable no solo por los textos de creación, algunos, como el de Carmen Ollé, nunca incluídos en libro, sino también por los testimonios de escritoras como Blanca Varela, Pilar Dughi, Lola Thorne, Patricia Alba, y la misma Ollé, entre muchas otras.
Sin embargo, la continuidad que prometía no llegó; al menos no de manera inmediata. Con el fin de los estudios universitarios de su principal responsable, y un tiempo de gran crisis económica, la revista entró en un período de hibernación de seis años. Renacería, con un nombre y formato un poco distintos, aunque dando muestras de la experiencia aprendida en su etapa inicial. Pero, como suele decirse, esa fue otra historia.
ALGUNAS CIFRAS
La primera etapa de la revista ocurrió entre 1980 y 1987 y tuvo ocho (8) números (uno de ellos doble). Entre textos de creación ficcional y ensayística, entrevistas y muestras de fotografía, presentó 178 notas generales, que se disgregaban en 216 documentos literarios, artísticos y periodísticos. De estos, la mayoría fueron poemas (121); luego, entrevistas y testimonios (32), especialmente en el último número; se realizaron cinco notas fotográficas que contenían 26 imágenes; hubo también 19 ensayos sobre literatura y arte, diez (10) textos narrativos y ocho (8) documentos más, entre dibujos sueltos y textos misceláneos.
“En el fondo, el sueño de la «revista propia» significaba construir una casa de cartón para todos – manifestó, en la misma investigación mencionada, Sandro Chiri – acaso en el nombre mismo de la revista esté la clave; una casa que recibía a todos; […]un grupo era muy poco para lanzar proyectos de esta naturaleza Había que trabajar consensualmente con todos los grupos[…]; el universo de colaboradores invitados a publicar buscaba un equilibrio entre los trabajos de los profesores con los de los alumnos. Vale decir, al converger maestros y, discípulos en una publicación se extendía de manera simbólica el diálogo del aula, se continuaba la conversación generacional y se estimulaba el intercambio de ideas y opiniones.” Este planteamiento hace clara la amplitud y pluralidad de la revista, además de su seriedad. Y ello también se ve en las cifras: Sin contar reapariciones, cien (100) personas publicaron en ella, 88 eran peruanas y 11, extranjeras (no he podido verificar la nacionalidad de uno de los participantes); de los nacionales, 50 procedían de Lima y 38, de otros departamentos; aparte de los limeños, 22 colaboradores eran de la Costa, 14, de la región Andina y dos (2), de la Amazonía; en cuanto a los extranjeros, cinco (5) provenían de Chile y el resto, de Argentina, Bolivia, Cuba, Italia, Rusia y Uruguay. Aquí debo acotar que, aunque nacido en China y radicado hace décadas en Hawaii, he considerado al escritor Siu Kam Wen como limeño y peruano, porque forma parte de nuestra tradición (estudió en San Marcos, asimismo) y él mismo se considera miembro de ella.
La revista en casi todos sus números contó con la colaboración de una o más creadoras, y hay que anotar que, en dos de ellos, la coordinación general fue realizada por mujeres. De las 100 personas que participaron, 58 eran hombres y 42, mujeres. Por supuesto, la mayor cantidad de creadoras se encuentra en el último número, en el que, entre testimonios y muestras de su trabajo creativo, incluyó la colaboración de 35 autoras. Cuatro (4) de ellas ya habían participado en la revista.
Me parece también importante recalcar el aporte del gran capital, pues cualquier proyecto, por muy cultural que sea, no surge económicamente de la nada: una parte del cambio en la revista, desde el segundo número, estuvo relacionada a la inversión de la empresa privada, ya que, por consejo del profesor Willy Pinto Gamboa, los jóvenes sanmarquinos acudieron a empresas como el Banco de Crédito y Papelera Atlas, “no a pedir dinero sino para cubrir gastos”, como contó Chiri en la entrevista concedida a investigadores de la Casa de la Literatura para la exposición Soñar, hacer, leer: 100 años de revistas literarias.
“¿Qué significa, en realidad, editar una revista literaria? Una tentativa de respuesta está en el hecho de que la aparición de una publicación con tal característica presupone, entre otras interpretaciones, animar la vida literaria y artística de una colectividad. Hay revistas que tienen alcance nacional o internacional; otras, más modestas, una repercusión local. Sin embargo, detrás de un esfuerzo de esta naturaleza hay un afán de perpetuarse en el tiempo, dejar una señal como constancia de haber pasado por la vida y su época” afirmaba Sandro Chiri y lo que sigue es una prueba de esa constancia.
LOS ÍNDICES
Este trabajo es una muestra inicial de los títulos publicados en la primera etapa (1980-1987) de la revista La casa de cartón. Se exponen primero las tablas de contenido de cada uno de los números, junto con un comentario general de los mismos. Luego, se presenta el índice de autores y onomástico, es decir, de los participantes de la revista y también de los autores estudiados en los ensayos, además de los que figuran en los artículos compilatorios, como los dedicados a Martín Adán y César Vallejo.
Se anotaron los nombres de autores, títulos, números de página o intervalo de las mismas y géneros o tipos de documento. En la mayoría de casos, se consideró cada texto o ítem como un registro independiente; salvo cuando varios de ellos tenían un título único (p.e.: Poemas); en esas situaciones, se registró el título general y dentro de corchetes se colocó el primer verso de cada poema, separado de los demás poemas por signo de punto y coma (p.e., el título 6: Dos himnos apócrifos mochicas [Achecom checán…; Móymene, séquemoy…]). Se hizo lo mismo cuando se trató de títulos genéricos (p.e.: Poema), al lado de ese título se ubicó entre corchetes el primer verso y si era muy corto, se agregó el segundo, separado del primero por una barra oblicua o slash (p.e., el 3: Poema [Dilo,/puedes acusarme ante las dulces…]). Si había un título genérico (p.e.: Ensayo) y uno propiamente dicho, se puso aquel, seguido de este y separados por el signo de dos puntos (p.e., el 80: Cuento: Escultor de la muerte). En caso no había un título claro, se señaló como tal el inicio de la primera frase o verso y colocado entre corchetes (p.e., el 16: [Temo a la ausencia…]); ello es lo que se hizo con los testimonios de las escritoras del último número. Para las muestras de fotografías donde solo figuraba el nombre del autor, se escribió entre corchetes un título genérico (p.e.: Fotografías).
Se consignaron los nombres de los autores o participantes tal cual se encontraron, sobre todo en lo que respecta al personal de la revista (por ejemplo, los dos nombres juntos de Víctor Hugo Velázquez Cabrera o la presencia de uno o dos apellidos de los directores), salvo si se notaba que se trató de una errata (el nombre de Rossella Di Paolo está escrito con una sola S en casi todas las secciones del último número, con excepción del artículo sobre su poesía, donde sí lo redactaron correctamente). Hay un caso único donde el nombre del autor fue mencionado como parte del título, por eso en la sección respectiva está entre corchetes ([Mariátegui, José Carlos]).
Respecto a la disposición por géneros, se intentó ser lo más simple y menos rígido posible. En principio, se optó por incluirla como una ayuda al investigador o lector, para que tenga un acercamiento a lo que es o podría ser cada texto. A los poemas se les colocó “poesía”, a los relatos o cuentos, “narrativa”, y a los ensayos, lo mismo. El resto de asignaciones ha sido más impreciso, excepto las concernientes a los dibujos y fotografías (no se han incluido las ilustraciones o fotos que acompañan al cuerpo de los textos). Hasta el número seis, por ejemplo, el formato de las entrevistas era muy claro, de preguntas y respuestas, pero a partir del número siete pasó a ser un texto de tipo más testimonial, que obviaba las preguntas. Como en la misma revista se llamaba entrevistas a estos artículos, se decidió clasificarlos así, sin embargo, al no haber esa distinción en el número ocho, se dispuso consignar las declaraciones de las escritoras como testimonios. Asimismo, tanto el documento sobre César Vallejo, del número seis, como el que trataba sobre Martín Adán, del siete, son compilaciones de textos de terceros (el formato de ambas es distinto, eso sí), por eso se les ha clasificado como artículos y no como ensayos. En cuanto al documento facsimilar con dibujo y texto de Alejandra Matayoshi, que se encuentra en el tercer número, se decidió por lo más adecuado a su hibridez y se le puso “documento”.
Cada registro ha sido numerado, para que el trabajo posterior con el índice de autores y onomástico sea más sencillo. Se han omitido de ello, secciones fijas como la hoja de créditos, nóminas de colaboradores, páginas publicitarias y la sección de epígrafes de uno de los números. Tampoco se han numerado tres notas particulares: La imagen anónima de la Destrucción de las Indias, en el segundo número; la del cuerpo yacente del estudiante Raúl Delgado Narro, en el tercero; y la del inserto sobre la situación en Nicaragua, en el sexto. Básicamente, porque todas fueron de hechura externa a la revista (como los epígrafes). No obstante, las tres figuran en el listado de las tablas de contenido.
Como se ha dicho al inicio de esta sección, este es un trabajo inicial. Falta afinar algunos detalles, verbigracia, las fechas aproximadas en las que salieron realmente los números de la revista (se consignan las señaladas en la misma publicación, el último número debió salir en algún momento del año 1987). También sería interesante determinar el devenir de sus textos; solo en unos cuantos casos se pudo dar cuenta si estos llegaron a ser publicados en libro o no. O saber sus variaciones: La versión del cuento El canto de la mariposa de Pilar Dughi, del último número, contenía fragmentos que fueron eliminados de la versión definitiva del mismo, en el libro La premeditación y el azar (1989). Pienso que sería muy útil investigar qué pasó con todos estos textos más allá de la revista o elaborar una antología con los mejores de ellos, tal vez con miras a los cuarenta años de la publicación, que se cumplirán el próximo año.
Por supuesto, todos los números de La casa de cartón están a disposición de investigadores y público en general en la Hemeroteca Nacional de la sede principal de la Biblioteca Nacional del Perú en San Borja.
TABLAS DE CONTENIDO DE LA REVISTA LA CASA DE CARTÓN EN SU PRIMERA ETAPA (1980-1987)
N° 1 – Lima, febrero de 1980.
Dirección: Oscar Limache Ruíz y Sandro Chiri Jaime.
Dibujos: Víctorhugo Velázquez.
Si bien la precariedad era visible en la impresión a mimeógrafo y la cantidad de páginas (solo ocho), las firmas del hoy reciente Premio Casa de la Literatura, Cronwell Jara, que presentó un poema, y de José Antonio Mazzotti, le dieron más peso a la publicación, así como los poemas bilingües muchik-castellano de Rosario Agüero o el texto de Gilberto Alvarado, igual de sugerente que la tipografía que diseñó para la cubierta y que se mantuvo durante toda la existencia de la revista, incluso en su segunda etapa. Las sumillas para la nómina de colaboradores llaman la atención por su bonhomía y quizás ahora resulten muy ligeras para el momento, pero vistas en su contexto eran, en sí, una declaración: “Oscar Araujo nos viene con el cuento de los SENDEROS, lo aprobamos solo porque no son luminosos”. El poeta Chiri, sin falsa modestia y a falta de presentación o manifiesto, inició la publicación con un texto de “ingenuo amor de ciudad endiablada”.
Chiri, Sandro. Caravana. p. 1. (Poesía).
Alvarado, Gilberto. Del impúdico amor citadino. p. 2. (Poesía).
Jara, Cronwell. Poema [Dilo,/puedes acusarme ante las dulces…]. p. 3. (Poesía).
Araujo, Oscar. Senderos. pp. 4-5. (Narrativa).
Mazzotti, José. Urbana. p. 6. (Poesía).
Agüero, Rosario. Dos himnos apócrifos mochicas [Achecom checán…; Móymene, séquemoy…]. p. 7. (Poesía).
De duendes y cronopios [Índice de autores].p. 8. (Nómina).
N° 2 – Primavera de 1980
Dirección: Sandro Chiri y Oscar Limache.
Dibujos: Víctorhugo Velásquez y Dante Epifani.
Diagramación: Gilberto Alvarado.
Se dejó atrás la apariencia de fanzine y la revista ganó, además de páginas, en sobriedad. Los dibujos de Víctor Hugo Velázquez (que firmaba como Hassán y en la nómina figuraba con sus dos nombres escritos como uno solo) le dieron color a la publicación, a pesar de ser todos en blanco y negro. Destacaba, como ya se ha dicho, la presencia del poeta chileno Jorge Teillier, con su poema Callao old fashion, que iba muy bien con el tono general de la revista, entre melancólico (el color de la tipografía de cubierta es azul) y elegante. En ese mismo tono, se lee la breve entrevista a Juan Gonzalo Rose (“…nada es más alentador para un escritor que escuchar la voz de un joven, escuchar su voz de aliento. Yo la solicito.”), o los poemas de Jorge Eslava y Esther Castañeda, entre otros textos notables.
La elegancia fue cortesía de la impresión offset, de Papelera Atlas y del fotograma en la cubierta, de la película La quimera del oro (1925), en el que se ve a la actriz Georgia Hale y a Charles Chaplin.
[Hoja de créditos]. p. 2. (Créditos).
Martos, Marco. Playa Grande. p. 3. (Poesía).
Jara Elguera, Joaquín. Nacimiento del amor. p. 4. (Poesía).
Eslava, Jorge. Moulin rouge. p. 5. (Poesía).
Eslava, Jorge. De cómo sonaría Strauss esa tarde. p. 5. (Poesía).
Minas de Potosí – Bolivia. Anónimo en Destrucción de las Indias de Bartolomé De Las Casas, 1553. p. 6. (Grabado).
Shimose, Pedro. Tan callando. p. 7. (Poesía).
Shimose, Pedro. American Way of life Bolivia. p. 8. (Poesía).
Díaz Herrera, Jorge. El viejo pelícano. p. 9. (Poesía).
Castañeda, Esther. Buganvillas. p. 10. (Poesía).
Velázquez, Víctorhugo (seud. Hassán). [Mujer]. p. 11. (Dibujo).
Pey, Coral. [Temo a la ausencia…]. p. 12. (Poesía).
Pey, Coral. [Tu mirada…]. p. 12. (Poesía).
Orihuela, Carlos. Arte poética. p. 13. (Poesía).
Epifani, Dante.[Reloj de terror]. p. 14. (Dibujo).
Epifani, Dante. Los pasos de la sombra. p. 15. (Poesía).
Colán, Jorge. Al barrio lo echamos de menos. pp. 16-17. (Narrativa).
Velázquez, Víctorhugo. Disculpas a un joven poeta. p. 18. (Poesía).
Chiri, Sandro. Divagaciones de un día. p. 19. (Poesía).
Torres, Heraldo. Al paso con Juan Gonzalo. pp. 20-22. (Entrevista).
Guardia, Alberto. Cantos a Juan Gonzalo y el mar. p. 23. (Poesía).
Velázquez, Víctorhugo (seud. Hassán). [Barco e iglesia]. p. 24. (Dibujo).
Teillier, Jorge. Callao old fashion. p. 25. (Poesía).
Velázquez, Víctorhugo (seud. Hassán). [Cuervo]. p. 26. (Dibujo).
Castillo, Max. El viaje (homenaje a Henry Miller). p. 27. (Poesía).
Zárate, Jaime. Poemas [No se llamaba deola…; Sin embargo la ciudad]. p. 28. (Poesía).
[Páginas publicitarias]. pp. 29-31. (Publicidad).
Casa tomada [Índice de autores]. p. 32. (Nómina).
All-focus
Año II N° 3 – Callao, Agosto, 1981.
Dirección: Sandro Chiri.
Coordinación: Elsa Cajas Rojas y Víctorhugo Velázquez.
Diagramación: Gilberto Alvarado.
Reducción de tamaño, pero no de páginas, lo que le otorgó un carácter más íntimo, que, en lo personal, aprecio. Carlos Gardel en portada y un par de epígrafes de Julio Cortázar y César Fernández Moreno sobre el tango y el triunfo de lo popular, lo justificaban. Se siente más la presencia de los mayores: Julia Ferrer, Víctor Mazzi, varios poemas de Alejandro Romualdo y Pedro Gori. Entrevista doble a Luis Alberto Sánchez y Antonio Cornejo Polar, entonces dos críticos literarios, pero vista en retrospectiva, resultaron, también, dos rectores de San Marcos. El número rindió póstumo homenaje al escritor, profesor y amigoFrancisco Izquierdo Ríos, fallecido en junio de 1981, quien facilitó los textos, entonces inéditos, de Luis Valle Goicochea. Se incluyó un inserto con un poema de Casa nuestra, de Marco Martos, viñeta de Marco Leclère, que recuerda las de Federico García Lorca.
La reproducción facsimilar del pedido de Alejandra Matayoshi, desde Huancayo, para la libertad de su padre, el poeta Nicolás Matayoshi, puso la nota candorosa. También lo dicho en el texto de la nómina sobre el novel narrador Siu Kam Wen: “Lo sacamos del anonimato”.
[Hoja de créditos]. p. 2. (Créditos).
Cortazar, Julio.[No sólo las artes…]. p. 3. (Epígrafe).
Fernández Moreno, César. [El tango sigue así…]. p. 3. (Epígrafe).
Ferrer, Julia. Poema [Y yo/que todo lo hago realidad…]. p. 4. (Poesía).
Ferrer, Julia. De un posible barroco retorno. p. 5. (Poesía).
Vergara, Cecilia. Poemas [De qué sirven las palabras…; Quiero ver con los ojos…]. p. 6. (Poesía).
Gutti Y Catalán, Benito. Lienzos: La muerte de Jorge; Poeta [Al fin de blanco te has vestido…; Se fracciona la rama…]. pp. 7-8. (Poesía).
Matayoshi, Alejandra. Libertad para el poeta Nicolás Matayoshi . p. 9. (Documento).
Mazzi, Víctor. Los XXV años del GIPM. pp. 10-11. (Testimonio).
Martos, Marco. Yuyo. p. 12. (Poesía).
Fierro Zapata, Martín. El origen de la lluvia. p. 13. (Poesía).
Gargurevich, Eduardo. El viajero. p. 14. (Poesía).
Sánchez Cornejo. pp. 15-19. (Entrevista).
Siu Kam Wen. El viajero. pp. 20-24. (Narrativa).
Valle Goicochea, Luis. Relato inédito [Me encuentro al principio de un camino extraño…]. p. 25. (Narrativa).
Valle Goicochea, Luis. Inéditos [Falta y cuánto de elegancia…; ¡El cholo ni se lo sueña!..]. p. 26. (Poesía).
Santiváñez, Roger. 1975. p. 27. (Poesía).
Orellana, Carlos. Poema [A diario la iniquidad…]. p. 28. (Poesía).
Gori, Pedro. Qué fácil se muere cuando se está débil. p. 29. (Poesía).
Gori, Pedro. Desolado. p. 29. (Poesía).
Gori, Pedro. Gabriela, te olvidaste de una ronda. p. 30. (Poesía).
Gori, Pedro. Celaje. p. 30. (Poesía).
Alejandro Romualdo. El cuento de nunca acabar. p. 31. (Poesía).
Alejandro Romualdo. La envidia. p. 32. (Poesía).
Alejandro Romualdo. Infeliz navidad. p. 32. (Poesía).
Alejandro Romualdo. El dibujante. p. 33. (Poesía).
¡y no podrán matarlo! Cuerpo yacente del compañero sanmarquino Raúl Delgado Narro. 15-1-81 Plaza 2 de Mayo. p. 34. (Fotografía).
Vicuña, Leonora. Cuarto claro. p. 35. (Poesía).
Cajas Rojas, Elsa. [Jake aru; Amaru]. p. 36. (Recibidos).
[Páginas publicitarias]. p. 37-39. (Publicidad).
Casa de palomas [Índice de autores]. p. 40. (Nómina).
Martos, Marco. [Con mi cerebro de cera derretido por tus años…]. Inserto. (Poesía).
Año III, N° 4-5 – Callao, Enero-Diciembre de 1982.
Director: Sandro Chiri.
Coordinador: Víctorhugo Velázquez.
Dibujos: Juvenal Ramos.
Composición IBM: Romeo Torrejón C.
Quizás porque en 1981 se cumplieron 20 años de la muerte del pintor Sérvulo Gutiérrez, le dedicaron varios textos de homenaje; incluido un inserto con un poema de Alejandro Romualdo. Asimismo, hay poemas de José Watanabe y Eduardo Chirinos y ensayos de Miguel Gutiérrez y Marco Aurelio Denegri.
A partir de este número, figuró el subtítulo «Revista de arte y literatura». También se empezaría a usar el formato A4, que continuaría en su segunda etapa, entre otras movidas más, como la inclusión de una sección de fotografía. La casa por la ventana fue un apartado de notas y comentarios breves sobre el mundillo literario limeño, que llevó un poco más lejos la distensión de números anteriores. Sabiamente, no estuvo más. Es de resaltar la entrevista al poeta Pablo Guevara, no solo por su extensión, de más de cinco páginas (la más larga de la revista), sino por lo dura que fue por momentos: “El ensayo yo lo pienso, más que nada, como el lugar científico donde una serie de planteos se ponen a debate, […] pienso que debió haberse hecho en aquel tiempo. Para ser más claro; en lugar de tomar mucha cerveza o conversar en los cafés, debería haberse investigado.”
[Hoja de créditos]. p. 2. (Créditos).
Rodríguez Saavedra, Carlos. [El personaje y la pintura de Sérvulo Gutiérrez…]. p. 3. (Ensayo).
Springett, Sabino. ¿Qué opinión le merece la pintura de Sérvulo Gutiérrez? p. 4. (Ensayo).
Ríos, Juan. Sérvulo. pp. 5-6. (Ensayo).
Núñez Ureta, Teodoro. Ante la muerte de Sérvulo Gutiérrez. pp. 7-8. (Ensayo).
Zavaleta, Carlos Eduardo. Otra casa de cartón. pp. 9-13. (Narrativa).
Denegri, Marco Aurelio. Sentimiento oceánico. p. 14. (Ensayo).
Segovia, Edwin. Para Amagda. p. 15. (Poesía).
Ledgard, Rodolfo. Sospecho que crees todavía que te pertenezco. p. 16. (Poesía).
Juan Cristóbal. Tío Ho. p. 17 (Poesía).
Chirinos, Eduardo. (Charo). p. 18. (Poesía).
Chirinos, Eduardo. (Angie). p. 18. (Poesía).
Watanabe, José. Poema del inocente. p. 19. (Poesía).
Lillo, Alonso. Poema[A veces me gusta estar solo…]. p. 20. (Poesía).
Chiri, Sandro. El cantar de los suicidas. p. 21. (Poesía).
Nogueras, Luis Rogelio. Eternoretornógrafo . p. 22. (Poesía).
Alejandro Romualdo. Sérvulo. Inserto. (Poesía).
Guevara, Pablo. Llegados a este punto o canción caníbal de lo fugaz… pp. 23-24. (Poesía).
Chiri, Sandro. El caudal de Pablo Guevara. pp. 25-30. (Entrevista).
Gutiérrez, Miguel. La selva (espacio y paisaje) en la expresión literaria peruana. pp. 31-32. (Ensayo).
Canelo, Mariana. Fotografías. pp. 33-36. (Fotografía).
La casa por la ventana. pp. 37-40. Notas breves.
[Páginas publicitarias]. pp. 41-43. (Publicidad).
Casa nostra [Índice de autores]. p. 44. (Nómina).
Año IV, N° 6 – Callao, Enero-Diciembre de 1983.
Director: Sandro Chiri.
Coordinador: Víctorhugo Velázquez.
Dibujos: Juvenal Ramos.
A lo establecido, se agregó una tabla de contenido. Junto a ella, una nota necrológica recordó las recientes muertes de Juan Gonzalo Rose, Benito Gutti y Catalán, Guillermo Mercado, Ángel Rama, Marta Traba y Manuel Scorza. De este último, se presentó, en la misma nota, su conocido poema Serenata y de Rama, la extensa transcripción de una conferencia, que brindó en Lima sobre Los ríos profundos de José María Arguedas. Así como el número anterior con Sérvulo Gutiérrez, éste contenía un artículo dedicado a César Vallejo, hecho con declaraciones externas de su viuda, Georgette Philippart (en cubierta, la célebre fotografía de ambos tomada por el tarmeño Juan Domingo Córdoba en 1929), y fragmentos de cartas que Vallejo le enviara a Pablo Abril de Vivero, más una comunicación del poeta Xavier Abril. El inserto de título Llamamiento a los artistas Defender a Nicaragua, más visual que textual, fue una colaboración y, quizás por eso, el documento más abiertamente político de todos los presentados en la revista. Hasta ese momento, era el número más heterogéneo, solo poemas de Enriqueta Beleván y Jorge Bacacorzo, pero eso es porque, desde el primer número, fue el menos extenso.
Sumario [y hoja de créditos]. p. 2. (Índice).
Vallejo por dentro. pp. 3-6. (Artículo).
Beleván, Enriqueta.Poemas [Pavana de las lágrimas…; «Ama el muchacho de fuego suave»; Soledad del tiempo breve…; Cierras mis oídos donde la palabra…]. pp. 7-8. (Poesía).
Bacacorzo, Jorge. Poemas [Por todo lo que tú amabas…; El viento gime…; Ahora que está ausente…; Ligeros todos se han ido…]. pp. 9-10. (Poesía).
Pisúa, Iván. Cuento: Escultor de la muerte. pp. 11-12. (Narrativa).
Takayesu, Miryam. Fotografías. pp. 13-15. (Fotografía).
Llamamiento a los artistas Defender a Nicaragua. Inserto. (Panfleto).
Rama, Ángel. Ensayo: Los ríos profundos o la opera de los pobres (una relectura de Arguedas). pp. 16-20. (Ensayo).
Lukín, Borís. Ensayo sobre Pancho Fierro. pp. 21-23. (Ensayo).
Continuó con la heterogeneidad del anterior pero con más páginas. Los varios ensayos sobre el arte de la fotografía, así como el testimonio de Víctor Humareda, con una pequeña muestra fotográfica de Herman Schwarz, y el homenaje a Martín Adán, que acababa de fallecer, con textos breves de diversos autores, demostraron que lo que la revista había perdido en intimidad, lo ganó en madurez. De tal forma que el ensayo de Ángel Rama, sobre La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa, ya no se siente como una isla, como ocurría en el número anterior. Regresaron José Antonio Mazzotti y Siu Kam Wen. Del último se publica un cuento que, aunque se decía formaría parte de su primer libro, El tramo final (1985), en realidad habría de estar en el siguiente (al igual que su cuento del tercer número), al que daría título (1988). Mario Choy, Cronwell Jara y, nuevamente, Siu, son los tres jóvenes narradores que hablaron sobre su trabajo literario, sus técnicas, influencias y motivos, en la que fue, tal vez, la nota más amable, dispuesta como testimonios, de todas las de la revista hasta entonces. Es el presagio de lo que vendrá.
Sumario [y hoja de créditos]. p. 2. (Índice).
Martín Adán. ¡Todo, menos morir! pp. 3-4. Artículo.
Mazzotti, José Antonio. Veo pasar alegremente una canción tras otra… p. 5. (Poesía).
Torres Bohl, José. En este cuartito… p. 6. (Poesía).
Chiri Jaime, Sandro. Poema del quinceañero. p. 7. (Poesía).
Orihuela, Carlos. Vigilia. p. 7. (Poesía).
[Página publicitaria]. p. 8. (Publicidad).
Siu Kam Wen. La primera espada del imperio. pp. 9-12. (Narrativa).
Tres jóvenes escritores hablan. Oficio de escritor. pp. 13-16. (Entrevista).
Soto, Raúl. Víctor Humareda: vida y obra. Humareda sin máscara. pp. 17-19. (Entrevista).
Schwarz, Herman. Víctor Humareda en el lente. pp. 20-21. (Fotografía).
Rama, Ángel. Mario Vargas Llosa y el fanatismo por la literatura. pp. 23-30. (Ensayo).
Raota, Pedro Luis. Fotografía. p. 31. (Fotografía).
La Rosa, Manuel. La fotografía es arte. p. 31. (Ensayo).
Gálvez Ronceros, Antonio. La fotografía como crónica. p. 31. (Ensayo).
Rodríguez Saavedra, Carlos. Fotografías. p. 32. (Ensayo).
[Páginas publicitarias]. pp. 33-35. (Publicidad).
La casa de cartón [Índice de autores]. p. 36. (Nómina).
Año VI, N° 8 – Callao, Agosto 1985-1986
Director: Sandro Chiri Jaime
Coordinación: Cronwell Jara Jiménez, María del Carmen Zapata I.
Diseño gráfico: Erik Chiri Jaime
Consagrado, con el subtítulo La mujer peruana en la literatura y el arte, a la labor de las creadoras: poetas, narradoras y fotógrafas, y conformado, principalmente, por los testimonios de las escritoras y una antología general de sus trabajos; con un pequeño apartado de ensayos referidos a las obras de algunas de ellas, como Magda Portal, Cecilia Bustamante y Rossella Di Paolo, aparte de Magdalena Chocano (quien no estuvo en los testimonios ni en la antología) y, también, a artistas como Tilsa Tsuchiya y Julia Codesido.
En los testimonios, las creadoras, aparentemente, respondieron a preguntas sobre lo que significaba ser escritora y mujer en el Perú, sus influencias, su método de escritura, la compatibilidad de la vida marital con la creación y otros temas más. No todos los textos contestaban a lo mismo, algunos, como los de Enriqueta Beleván o Pilar Dughi, se centraron en el método de creación, por ejemplo. Otros, como el de Patricia Alba, respondieron a la pregunta sobre el origen de su vínculo con la escritura (una revisión de este texto sería el preámbulo a su único libro, el celebrado O un cuchillo esperándome, de 1988). Respecto a los textos de creación, si bien la mayoría eran poemas, hubo un poco de narrativa, como dos cuentos de Pilar Dughi (para quien se rescató el chascarrillo utilizado con Siu Kam Wen: “La sacamos del anonimato”), que aparecerían posteriormente en su primer libro. De los poemas, se ha detectado que algunos, los de Patricia Alba, Giovanna Pollarolo o Carmen Ollé, no están en sus libros posteriores (o anteriores en el caso de la última). Justo de Ollé se incluye aquí, con su autorización, el poema con el que colaboró con la revista:
MUCHACHOS BEBIENDO EN LA BODEGA DE LA ESQUINA
Un trago preciso en la noche es la posibilidad de ser
otro,
con el licor el mundo avanza y no avanza impreciso
ante tanta belleza reunida en un solo instante.
Los cuerpos que se rozan para no volver
a cruzarse en la miseria del tiempo.
Recostado en la vitrina, aquel del cuerpo angelical
gira hacia la oscuridad
y la mujer se pierde a sí misma.
En el tablero nocturno
nada es tan sensible como lo pasajero,
contiene la misma velocidad
que esos licores inmóviles.
Después de una larga jornada, oh bancarios, vendedores de libros,
y economistas deben multar a la naturaleza.
El rojo es el color que más admiro en sus pupilas,
Belleza animal.
La estudiosa Olga Espejo ha señalado en su bibliografía de la obra de Ollé, que este poema se compiló, además, en un artículo de Miguel Ángel Huamán, de marzo de 1987, justo sobre poesía escrita por mujeres, y que incluye una pequeña muestra, donde aparte de este poema, se presentan otros que el último número de la revista también recogió. En la transcripción se ha realizado, con la autorización de la autora, una fusión de la puntuación de las dos versiones, pues la de la revista no tenía la coma que figura antes de “oh bancarios”, que la del artículo de Huamán, sí (y en la de él no estaba la coma luego de “otro”).
Se le puede achacar al número varias erratas y más de una mención políticamente incorrecta que, como ocurría en el primero, quizás ahora se juzguen así. El momento era otro, entonces. Como sea, esto no empaña la conjunción de grandes nombres como Blanca Varela (una de las frases en su testimonio, sirve de título a este artículo), Carmen Luz Bejarano, Esther Castañeda y todas las mencionadas anteriormente, entre muchas otras más.
La elegante dama de la fotografía de cubierta es Sara Laos Chávez de Chiri (1895-1939), “impenitente lectora de poesía”, según su nieto, el mismo que con un poema abrió el primer número de la revista.
El texto de presentación, así como el dedicado a Magda Portal, fue tomado del ensayo que José Carlos Mariátegui le dedicó a la autora de Una esperanza i el mar (1927), que se publicó en su versión definitiva en el libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, en 1928. El mismo año en que vio la luz, por vez primera, el libro de Martín Adán cuyo título dio nombre a la revista. Con eso, y sin despedidas mediante, La casa de cartón cerró un (primer) ciclo.
[Mariátegui, José Carlos]. Mariátegui y las poetas. p. 3. (Ensayo).
Casa de muñecas. [Índice de autores]. pp. 4-5. (Nómina).
Thorne, Lola. [El Baghavad Gita…]. p. 6. (Testimonio).
Varela, Blanca. [Ser poeta en el Perú…]. p. 7. (Testimonio).
Valcárcel, Rosina. [Un grito hecho poema…]. pp. 8-9. (Testimonio).
Ollé, Carmen. [La obra: entre el silencio y el aplauso…]. pp. 10-11. (Testimonio).
Vera, Virna. [Entre faldas y monjas…]. p. 11. (Testimonio).
Castañeda, Esther. [1981: «I Encuentro de poetas sanmarquinas»…]. p. 12. (Testimonio).
Carrillo, Sonia Luz. [En un país como el nuestro…]. p. 13. (Testimonio).
Beleván, Enriqueta . [Poesía-poética]. p. 14. (Testimonio).
Bejarano, Carmen Luz. [Bodas de plata en la poesía]. p. 14. (Testimonio).
Robles, Marcela. [La urgencia de la poesía…]. p. 15. (Testimonio).
Agüero, Rosario. [La necesidad de no quedarme callada…]. p. 16. (Testimonio).
Zamora, Marilú. [Al rescate del amor…]. p. 16. (Testimonio).
Pollarolo, Giovanna. [No es asunto de ser hombre o mujer…]. p. 17. (Testimonio).
Sui Yun. [Escribo para no volverme loca…]. p. 18. (Testimonio).
Sala, Mariella. [Entre la vida y la pluma…]. p. 19. (Testimonio).
Dughi, Pilar. [Los que más me gustan…]. p. 20. (Testimonio).
Gutiérrez, Susi. [Una necesidad urgente…]. p. 21. (Testimonio).
Valencia, Marcela. [Una mujer con ganas de crecer…]. p. 22. (Testimonio).
Alba, Patricia. [El claroscuro de la poesía]. p. 23. (Testimonio).
Silva Santisteban, Rocío. [El compromiso de escribir…]. p. 24. (Testimonio).
Di Paolo, Rossella. [A los 14 llegué a la poesía…]. p. 25-26. (Testimonio).
Matuck, Patricia. [Una mujer en busca de palabras…]. pp. 27-28. (Testimonio).
Rivas, May . [El oxígeno de la poesía…]. p. 29. (Testimonio).
Barrantes, Carmen . [Fotografías de niños]. p. 30. (Fotografía).
Chambi, Peruska. [Fotografías]. p. 31. (Fotografía).
[Página publicitaria]. p. 32. (Publicidad).
Dughi, Pilar. El canto de la mariposa. pp. 33-35. (Narrativa).
Gutiérrez, Susi. Luisa y la danza negra de las muscidas. p. 36. (Narrativa).
Dughi, Pilar. Uno de los trece. p. 37. (Narrativa).
[Página publicitaria]. p. 38. (Publicidad).
Varela, Blanca. Monsieur Monod no sabe cantar. p. 39. (Poesía).
Valencia, Marcela. El mar de Virú o la nueva corriente peruana (o fábula marina y zoo volador) (fragmento). p. 40. (Poesía).
Sui Yun. Para Pui Chin:. p. 41. (Poesía).
Sui Yun. A veces… p. 41. (Poesía).
Pollarolo, Giovanna. Fue solo una sospecha… p. 41. (Poesía).
Castañeda, Esther. A un joven lector. p. 42. (Poesía).
Castañeda, Esther. Una repetición… p. 42. (Poesía).
Castañeda, Esther. Bebe café… p. 42. (Poesía).
Gazzolo, Ana María. Plenitud del cuerpo. p. 42. (Poesía).
Beleván, Enriqueta . Miro mis manos… p. 43. (Poesía).
Beleván, Enriqueta . Estoy en la oscuridad… p. 43. (Poesía).
Beleván, Enriqueta . Solo puedo ofrecerte… p. 43. (Poesía).
Vera, Virna. He pensado hacer el amor… p. 43. (Poesía).
Cornejo, María Emilia. Te beso en los ojos. p. 43. (Poesía).
Cornejo, María Emilia. Me encontraste. p. 43. (Poesía).
Alba, Patricia. Cuestión de clase. p. 44. (Poesía).
Thorne, Lola. Por otras primaveras. p. 44. (Poesía).
Silva Santisteban, Rocío. Vida continua. p. 44. (Poesía).
Ocampo, Carolina. Estoy llena de amor. p. 45. (Poesía).
Ocampo, Carolina. Como te espero. p. 45. (Poesía).
Ocampo, Carolina. Aún. p. 45. (Poesía).
Zamora, Marilú. La ciudad. p. 45. (Poesía).
Zamora, Marilú. Como la noche. p. 45. (Poesía).
Zumarán, Michele. Retrato de familia. p. 45. (Poesía).
Di Paolo, Rossella. El sol. p. 46. (Poesía).
Di Paolo, Rossella. El amor del mar. p. 46. (Poesía).
Carrillo, Sonia Luz. Tengo deberes sagrados que… p. 46. (Poesía).
Carrillo, Sonia Luz. Lo que es el olvido. p. 46. (Poesía).
Espinoza, Esther. En Majes levantábamos. p. 46. (Poesía).
Robles, Marcela. Flor de Amancaes. p. 47. (Poesía).
Lagos, Edith. Yerba silvestre. p. 47. (Poesía).
Matuck, Patricia. Salmón. p. 47. (Poesía).
Maestre, Geny. Ausencia. p. 47. (Poesía).
Bejarano, Carmen Luz. Que al morir los ríos. p. 48. (Poesía).
Bejarano, Carmen Luz. No es sabio quien huye. p. 48. (Poesía).
Bejarano, Carmen Luz. Galante guardame para mañana. p. 48. (Poesía).
Bejarano, Carmen Luz. En raudo caminar. p. 48. (Poesía).
Portal, Magda. Las miradas ausentes. p. 48. (Poesía).
Valcárcel, Rosina. Paz en quechua. p. 49. (Poesía).
Valcárcel, Rosina. Gracias a la vida. p. 49. (Poesía).
Ollé, Carmen. Muchachos bebiendo en la bodega de la esquina. p. 49. (Poesía).
Bustamante, Cecilia. Amor en Lima. p. 49. (Poesía).
Bustamante, Cecilia. Soy el cadáver del pájaro… p. 49. (Poesía).
Ferrer, Julia. Palabras para el consumo. p. 50. (Poesía).
[Cuadro de créditos]. p. 50. (Créditos).
Rivas, May . Herencia de esclava. p. 50. (Poesía).
Rodríguez Saavedra, Carlos. Julia Codesido: Una pintora del Perú. p. 51. (Ensayo).
Rodríguez Saavedra, Carlos. La pintura de Tilsa Tsuchiya. p. 52. (Ensayo).
Mariátegui, José Carlos. La poesía de Magda Portal. p. 53. (Ensayo).
Layera, Ramón. La poesía de Cecilia Bustamante. pp. 54-55. (Ensayo).
Benavides Ganoza, Alberto. ¡¿Metafísica?!, un poema de Magdalena Chocano. p. 56. (Ensayo).
Huamaní Wong, Macedonio. Ensayo de poética: glosa a un poema de Rossella Di Paolo. p. 57. (Ensayo).
[Páginas publicitarias]. pp. 58-59. (Publicidad).
ÍNDICE DE AUTORES Y ONOMÁSTICO
Se listan aquí tanto los nombres de los autores de los textos, como los de los escritores y artistas sobre quienes tratan los ensayos (los de estos últimos destacados en cursiva, sea en los nombres o en los números). Se incluyen también, como se ha dicho antes, a los autores compilados en los artículos dedicados a Martín Adán o César Vallejo. Se han omitido los nombres mencionados fugazmente en ensayos, entrevistas y testimonios.
[i] La inclusión de un breve poema de Edith Lagos (1962-1982), militante del grupo terrorista Sendero Luminoso, vista desde el presente resulta polémica; sin embargo, en su momento, no era un hecho extraño, pues, el mismo texto estaba en la pequeña muestra del artículo de Miguel Ángel Huamán mencionado arriba (hay que recordar, además, el rechazo a la violencia manifestado en el primer número de la revista). Como lo expresó en su testimonio Blanca Varela: “La mujer peruana ya no es más lo que era. La vemos trabajando eficientemente en las fábricas, en la televisión, en los periódicos. Hace, igual que los hombres, arte, ciencia, negocios, política y hasta terrorismo.”
Entre tanto ruido e información que nos llega de manera caótica, cuesta muchas veces distinguir la belleza de una obra, el encanto de una prosa rebosante de musicalidad y encanto. Se vuelve difícil distinguir el talento, por lo que su hallazgo se vuelve un acontecimiento digno de destacar y difundir, tal como ocurre luego de leer “Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto” de Manuela Espinal Solano (Medellín, 1998) , quien presentó en la feria La Independiente la tercera edición de este libro, vía La Travesía Editora, tras las aparecidas en Colombia y España.
Por Sebastián Uribe Díaz
Desde el inicio se muestran las ansias por huir de las protagonistas. Y lo que parece ser una historia enfocada en el fracaso de dicha empresa, termina por adoptar la forma de un relato de supervivencia y de resistencia. La migración vista desde otra óptica, más compleja que el hecho de moverse a otra ciudad. ¿Responde ello a una extrapolación del traslado geográfico a uno emocional?
A la hora de escribir no estaban estas conceptualizaciones ni muchos pensamientos, más allá de los que relato mismo dice, pero puede ser cierto. Incluso uno ve que en el relato cada vez que el tiempo pasa: hay una nueva casa y una nueva vida, y la protagonista se va dando cuenta de cosas mientras va teniendo nuevas incertidumbres y preguntas. Puede que el cambio de casa, de ciudad y de país haga que la protagonista vaya evolucionando en esas dudas y que todas ellas, en lugar de responderse, se hagan cada vez más profundas.
En cierto momento de la novela se menciona lo siguiente: “En esas sale un cantante joven, nuevo en la industria y anuncia que es el nuevo presentador de un programa de talentos. Con mi misma edad y él ya está presentando un programa, ya es reconocido. No me llamó la atención, nunca he querido las luces” (pág.28) Si bien la protagonista se va oponiendo a esta idea, yace en el lector la sospecha sobre si se puede mantener dicha resistencia a lo largo de la vida. ¿Se ha acentuado esta idea de aplastar o ser aplastado, en la industria artística en específico, cuando se percibe a alguien como competidor , más aun si pertenece a la misma generación de uno?
En el mismo libro hay una reflexión sobre eso. Casi todo el tiempo los músicos quieren aplastar al otro músico. Cuando un músico, como pasa en Colombia, cobra cierto dinero por una presentación y otros músicos cobran menos es una forma de estar siempre “aplastándose”. Por eso, muchos artistas, al vivir en esta dinámica tan agresiva, van desapareciendo de la misma. Creo que más allá de aplastar o ser aplastado, el tema en ese fragmento es más la presión de estar siempre pensando “yo debería estar haciendo algo”, «yo debería estar haciendo algo que esa misma persona de mi edad está haciendo”, los cuales son pensamientos muy comunes. Mucho más que la otra reflexión, esas presiones de mirarnos siempre con respecto al otro y de compararnos y de decir “estoy atrás y necesito hacer más y más” son las que cobran mayor relevancia.
Muchos pensadores actuales caracterizan a está época como una gobernada por la permanente aceleración, importando más ir quemando etapas lo más pronto posible, destacándose solo a aquellos que lo van logrando. Y por el contrario, la novela pone las luces sobre el b-side de dicha mecánica a través de la historia de aquellos artistas que si bien no llegan a surgir de manera masiva, logran cautivar a un público limitado y fiel. ¿Crees que la industria va a permitir que sobrevivan estos últimos, conviviendo con los primeros?
Definitivamente, no, y tengo varios datos que lo corroboran porque he hecho algunos reportajes sobre ese tema en mi universidad. Por ejemplo, en Colombia hay una organización que distribuye el dinero de los artistas y justamente luego del hecho de conocer que hay artistas que ganan dinero por las veces que suenan en la radio nos preguntamos cómo van a vivir de la música aquellos que no tienen presencia en las emisoras y han vivido de la música toda la vida. Creo que no hay mecanismos que hagan que ambas partes puedan sobrevivir. La música es una profesión en la que la competencia es muy fuerte. No hay forma de que ambas convivan en las mismas condiciones.. Por lo menos en Colombia no pasa eso.
En tu libro, los personajes padecen un fuerte conflicto interior al vivir tanto con el deseo de evasión y escape, como con la angustia por ser aceptados y encajar en una sociedad que parece estar retándolos todo el tiempo. ¿Cómo fue el proceso de esbozar dichos perfiles, sobre todo cuando son seres que cargan con la dependencia de otros, como en la relación maternal?
El texto está narrado en primera persona, mostrándose como algo que nace fuertemente desde el yo, desde lo autobiográfico, apostando por no ser fantasioso a pesar de que haya ficción. La protagonista nunca indaga en los sentimientos de los otros personajes y no asume que tal personaje esté sintiendo algo. Es una narración en la que se muestran los hechos pero no se entra a examinar los sentimientos de las personas. No me encargo mucho de dibujar ni de hacerle un perfil específico a la madre que tiene dos hijas a su cargo y desea seguir luchando por su carrera. Quien narra está ahí y alcanza a imaginar a la madre (cómo es, cómo habla, cuáles son sus deseos). En ningún momento se llega a leer cómo se siente la madre respecto a sus dos hijas.
Todo el tiempo es una narración muy parca y seca que no llega a profundizar en los sentimientos de personajes secundarios o de personajes principales diferentes a la narradora. Y no se adentra en dichos sentimientos porque uno en la vida real no sabe del todo lo que el otro está sintiendo. Gabriel García Márquez sabe exactamente cómo se siente cada personaje en “Cien años de soledad” , pero, aquí en la vida real, yo hablo como lo siento y no me enfoco en los sentimientos de los demás, no me pongo a dibujar al otro personaje con sus conflictos internos, sino que todo es desde la percepción de la protagonista.
La protagonista camufla su talento, lo que el lector puede interpretar como un símbolo de protesta frente a la mera mercantilización del arte y su consecuente banalización. ¿Puede presentar ello una vía para contrarrestar el determinismo del éxito como una acumulación solamente de riqueza monetaria? Lo pregunto por esa cadena de sueños heredados en la familia de la novela, y el hecho que la falta de éxito económico lleve a derivar mayores esfuerzos al ámbito como una forma de sobrevivir y posicionarse socialmente.
Creo que la preocupación de la madre, más allá de lo económico, no está en el hecho de ser artistas y lidiar por cómo van a comer sus hijas, sino que todo el tiempo se habla de fama y reconocimiento. Nunca se habla de dinero. Incluso la madre regaña en cierto pasaje a la hija porque no quiso cantar en público. El tema va más allá de lo monetario. Más allá de no dejar que te pagaran por cantar, sino por no dejar que te escucharan cantar. Estar escondiéndolo. Es todo el tiempo el deseo del reconocimiento. Es mostrar que muchas veces esas vanidades se dan por querer el reconocimiento más allá de la recompensa monetaria que pueda significar.
“Ninguno se dio cuenta del verdadero talento, de las notas altas y bajas, de a voz que sufre en la interpretación que va más allá de la nota correcta.” (pág. 72) En una de las escenas más significativas de tu novela, la madre está cantando y nadie puede percibir la belleza de su interpretación, distraídos por la parafernalia externa. Ello lo podemos trasladar a la realidad diaria donde leer o apreciar una obra es mucho más difícil por el nivel de exigencia y concentración, lo que en el libro es contrarrestado por la hija que sí logra ver la belleza de la música de su madre y su abuelos ¿Lograremos rescatar como ella, el arte y su belleza, sumergidos como estamos entre tanta hiperconectividad y atrofia informática?
Pienso que de alguna manera todas esas cosas van cambiando y que la música ya es otra cosa. Que todo lo que llamamos arte cada vez es un concepto más diferente y todos los conceptos ya lo manipulan y tienen miles de definiciones diferentes. Cada vez es más difícil leer. Cada vez estamos más conectados con otras cosas. Los niños incluso tienen más dificultades para concentrarse. No sé cómo va a sobrevivir la literatura frente a su enemigo: la tecnología. Ni siquiera sé cuáles son los índices de cuánta gente lee todavía un libro físico, pero sí creo que la tecnología ha afectado mucho. Y no solo la tecnología, sino otras corrientes.
Si hay una idea que perdura tras la novela es el uso de la ficción como una herramienta para sobrevivir y salvarse. Contar historias para mantenerse unidos y salvar lazos, como los familiares . ¿Uno puede llegar a tornar en falsos ciertos hechos y alcanzar la plenitud literaria con esas mentiras?
Digamos que lo bueno de la literatura, es que uno no siempre está diciendo mentiras. Si a mí me dicen en este momento “es que tú mentiste sobre algo que dijiste que dijo tal personaje” , yo respondo que allí yo me estoy autoficcionando y creando un personaje. Eso es un personaje literario, el personaje que me estoy construyendo, y de donde voy a empezar a narrar otras historias. Lo que cuente ahí no es una mentira, sino una interpretación de una realidad. Es una forma de escribir un diario ficticio, autobiográfico. Es algo que yo quisiera explorar un poco más: el hecho de crearse un personaje. Hablar desde otra persona y que no necesariamente signifique mentira, sino narrar desde otras voces.
Finalmente, recomiéndanos un libro y una canción que hayas disfrutado últimamente y desees recomendarnos.
En libros, “Stoner” de John Williams, donde lo más fuerte y cautivante es que no hay heroísmo ni grandes momentos. Es la vida pasando y ya. No hay grandes finales. Es una forma de narrar muy interesante y que yo quisiera aprender, Y en cuanto a canciones recomiendo “Bajan”, que si bien fue originalmente de Spinetta terminó siendo interpretada por Cerati durante toda su vida como homenaje, y “Signos” de este último con Soda Stereo.
Una conversación con el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, quien ha dicho hasta aquí nomás y ya no volverá a escribir una nueva obra. Cree que ya cumplió literariamente y ahora que no escribe se dedica a ver películas.
Por Jaime Cabrera Junco
Fotos: Handrez García
El escritor más humorístico de la literatura peruana se encuentra hoy sereno, un poco ido. De buen agrado, y con una cordialidad medida, nos recibe en su departamento. Se sienta en un amplio sofá color beige, piernas cruzadas y esperando que empecemos. Alfredo Bryce Echenique ha cumplido 80 años en febrero. Quizás, con toda razón, podrá decir que bien vividos y bebidos. Su sonrisa habitual es apenas un esbozo. Quizás esto por el ritmo frenético de entrevistas que ha tenido en Chile y Argentina, y ahora en Lima. Bryce ha hablado para diarios, programas de radio y de televisión. El escritor aguarda tranquilo, como resignado, y para calentar motores le pregunto sobre qué hace en estos días sin estar frente al teclado. “Me quedo viendo películas”, responde. My fair lady, con Audrey Hepburn, es la última cinta que acaba de ver. “Una película inglesa muy bonita. Muy musical”, añade.
La publicación de su tercer y último volumen de antimemorias, Permiso para retirarme, es el pretexto para esta conversación de respuestas parcas y poco sazonadas. Un contraste con su prosa torrentosa y humor desbordante. Bueno, permiso para empezar.
Usted dijo alguna vez que escribía para que lo quieran más. Dejar de escribir, obviamente, no significa que lo van a querer menos, pero sí que, literariamente, se le va a extrañar. ¿Dejar de escribir tiene que ver con que ya todo está dicho y no hay nada qué decir? ¿O más bien obedece al cansancio?
Obedece a las dos cosas. Yo, en realidad, me he cansado un poco de escribir, me molesta mucho el temblor de las manos, el tener que editar, todo eso me molesta.
Este último libro ha resultado más corto que los anteriores. ¿Es por esta dificultad de poder escribir?
No, no, por eso no. Lo he escrito gustosamente dictándole a una señora que seguía muy bien lo que yo escribía. Ha salido así porque ya es el final (ríe).
¿Y alguna vez sintió que lo quisieron menos? No por algo literario, quizás por esta controversia por sus columnas periodísticas…
No, esas columnas periodísticas no son problema ninguno. La gente no sabe o no quiere saber que yo fui acusado de haber plagiado y, lógicamente, respondí con un abogado y fui absuelto por la fiscalía que vio el caso. No saben que se archivó definitivamente ese expediente, ¿no? O sea, que eso la gente no lo sabe porque no ando diciendo estas cosas. Yo sí lo sé y me siento absolutamente satisfecho con el resultado.
Volviendo ya a lo literario propiamente, en una entrevista del año 72, usted le comentaba a César Hildebrandt: ‘Yo no creo ser un novelista, yo soy un contador de historias. Si pudiera usar el micrófono, hablaría y no escribiría’. Este estilo, este rescate de lo oral, de la conversación, de las historias de sobremesa de la familia, ¿explica esta prosa torrentosa, este estilo tan suyo? Por ejemplo, cuando salió Un mundo para Julius, el crítico Abelardo Oquendo decía que esta novela podría haber ganado mucho si el autor le hubiera hecho perder algunas páginas…
Bueno, eso lo ha dicho otra gente también pero yo no reniego de nada. Me di cuenta de que había unas páginas que eran un poco reiterativas, pero en ese momento las sentí indispensables. Alargué la novela por poner más cosas. Eso la gente lo considera un error pero yo no.
¿Se trata acaso de retratar casi fielmente el relato oral?
Claro, claro que sí. El cuentacuentos siempre me ha fascinado. Siempre…
En ese contar oralmente a veces hay algunas reiteraciones, algunas digresiones también que es una huella tan suya…
Claro, claro, claro como hay en la conversación, ¿no? Una cosa te lleva a otra.
Es decir, es un estilo muy consciente, no es un descuido de edición, de sumar más páginas deliberadamente…
No, no, nada de eso, no, no.
Y hablando de Un mundo para Julius, en su momento fue leída como una crítica a la oligarquía limeña y no fue vista desde uno de sus temas como son la nostalgia y la ternura. Leyéndola ahora, ya que el próximo año va a cumplir 50 años, uno encuentra que las diferencias sociales en el Perú no han cambiado tanto. ¿Cómo ve a la distancia esta primera novela que tanto éxito tuvo y sigue siendo tan leída?
Bueno, la releí una vez y me fastidió porque consideré que era muy perfectible, cosa que le pasa a muchos escritores. García Márquez decía siempre —éramos muy amigos—y me decía siempre que releía Cien años de soledad le jodía porque sintió que su novela era digna de ser corregida todavía. (Piensa) Era muy perfectible, eso me ha pasado.
¿Y se ha releído a menudo?
No, no, yo releo a autores que me gustan.
¿Ni siquiera al libro que le tiene más cariño, Tantas veces Pedro? ¿No lo ha vuelto a releer?
La verdad, no. Una vez tuve que hablar mucho de ese libro y, lógicamente, tuve que releerlo pero fue porque lo tradujeron al japonés y me tuve que ir hasta Japón para presentarlo y ahí, pues me hizo mucha gracia que a los japoneses les gustara un personaje como ese, muy extravagante (risas).
¿Cómo se leerá en Japón una novela suya? Que aquí puede sonar no sé si costumbrista, pero entendible, ¿no?
Vete tú a saber… (risas)
Alfredo Bryce en la sala de su departamento, en el distrito limeño de San Isidro. (Foto: Handrez García)
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Bryce estaba destinado a ser banquero. Eso al menos lo determinaba sus antecedentes familiares. Banquero el abuelo materno, banquero el padre. Nació en cuna de oro y pudo estudiar en las británicas tierras de sus ancestros, pero estudió en San Marcos. Su tatarabuelo fue el presidente José Rufino Echenique, quien gobernó entre 1851 y 1855. Fue acusado de despilfarrar dinero de las ganancias del guano y el salitre. Es curiosa la historia cíclica del país, pero esa es una novela más larga. Volviendo al escritor, se licenció como abogado y luego de entregarle el título al padre viajó a Francia en 1964. Luego se haría doctor en Letras con una tesis sobre un escritor raro llamado Henri de Montherlant (Francia, 1895-1972). El Bryce escritor nació oficialmente en Europa. En Italia escribió su primer libro, el cuentario Huerto cerrado (1968), y luego vendría Un mundo para Julius (1970). Y aquí estamos ahora.
Hay más de un Alfredo Bryce en la sala. El que está sentado en el sofá y otros plasmados en dos cuadros. Ambos del fallecido pintor peruano Herman Braun Vega. En uno de los retratos, el escritor aparece en terno con un manuscrito y cerca a la playa. Al fondo se aprecia un estante con sus libros. Por recelo fue difícil ver los libros de su biblioteca, pero el mismo autor menciona que tiene varios títulos en francés e inglés. Otra vida hay en ese estante.
Cuando uno busca las raíces o influencias literarias en el llamado ‘boom’, por ejemplo, encuentra a William Faulkner como un faro. Si uno busca una influencia literaria en su caso, encuentra a autores o referencias que ya ha mencionado en los libros, a Hemingway o al propio Céline, pero al final su estilo se apoya en lo oral, en lo anecdótico. ¿Qué podría decir sobre sus influencias literarias?
Bueno, Céline era un contador de cuentos por excelencia, ¿no? Stendhal lo era también, o sea que a mí me encanta hablar con gente que cuenta. Hay un maravilloso amigo que ya ha fallecido desgraciadamente, Heraclio Cepeda, el cuentacuentos mexicano, y cuando contaba historias, cada vez que las contaba, las contaba distintas. La gente lo interrumpía para decirle ‘¿Pero por qué no escribes una novela sobre eso?’ y a él le fregaba la paciencia esa pregunta. Y entonces encontró la fórmula para escaparse de ese problema y decía: ‘Como tengo ya escrito en la novela que estoy escribiendo…’ y no la escribió nunca (risas).
Y en su caso, ese impulso literario fue estimulado en el colegio porque usted era un fabulador ya de muy niño y en la escuela contaba cosas y es un profesor el que le dice ‘Tú deberías ser novelista, deberías escribir’. ¿Y cómo empieza usted ya a proponérselo más seriamente? Porque usted intentó escribir, pero recién en Europa lo consigue…
Sí, pues. Sí, sí. Bueno no escribí porque era estudiante, realmente era un estudiante aplicado y la vida se me iba en cumplir mis tareas universitarias y no tenía en mente que la escritura iba a surgir en Lima, sino en otro sitio.
Y recién es en Europa, bueno, primero su estancia en París y luego ya en Italia que empieza a escribir. ¿Qué tuvo que pasar para que empezara ya a escribir los cuentos de Huerto cerrado? ¿Pasó algo? ¿Es la distancia emocional y física del país que dejó?
Sí, eso, eso, claro que sí, eso.
¿Considera usted que la literatura peruana, concretamente a la novela, le falta humor? Es decir, ¿la novela peruana es muy solemne? ¿Estamos influidos, y los jóvenes escritores también, por Vargas Llosa y la tradición realista? Las últimas novelas de literatura peruana hacen referencia a la violencia política y quizás el humor es visto como una frivolidad.
Pues sí, pero no sé pues, yo escribo como escribo y lo que pasa no me interesa, no interesa.
¿La novela debe reflejar la realidad? ¿Debe explicar la realidad?
No necesariamente.
En las novelas suyas, ¿qué ha intentado explorar? ¿Qué ha intentado buscar?
Bueno, un tono, el tono es importantísimo en una novela. Y yo creo que eso es algo que ha estado siempre ahí en mis libros, el tono en el cual se cuenta.
¿Y ha sido consciente de que muchas de estas páginas pueden haber despertado carcajadas, las sonrisas del lector? ¿O eso ya ha venido sin que usted lo pensara?
No, eso me lo han contado los lectores (risas). Yo no lo he escrito así para buscar esto ni asá pero, sí pues he escrito así libremente y son los lectores que me han contado las reacciones que producen mis libros.
Y a usted mismo en la escritura, ¿le ha dado algún ataque de risa, ha recordado alguna anécdota y le ha metido mucha más sazón para hacerla mucho más hilarante?
Eso no, definitivamente no.
Simplemente ha fluido…
Ha fluido, ha fluido…
¿Qué novela peruana que no haya escrito usted le hubiera gustado escribir?
¿Qué novela peruana? (Piensa) Novela… yo creo que Los cachorros de Vargas Llosa, por ejemplo.
¿Por el mundo que cuenta, por el mundo juvenil? ¿Por qué en especial?
Por cómo lo cuenta, sí sí sí.
Es interesante porque no sé si llamarlo contraposición necesariamente pero, por ejemplo, Conversación en La Catedral se publicó en 1969, al año siguiente viene Un mundo para Julius. Está presente la idea de la novela total, de explicar la realidad, y por un lado está su obra.
Sí pues, así me salen las cosas (risas).
Usted ha dicho que nunca ha escrito mediante un plan racional, o sea, la escritura es la que lo va llevando sin saber por dónde termina la historia y yo quería preguntarle, en ese sentido, ¿desde dónde escribe usted? ¿Es desde la nostalgia? ¿Es ese el disparador?
No sé. Yo creo que hay un mecanismo que, solo por describir, yo diría mágico aunque no creo que haya magia en lo que yo escribo pero en la concepción de eso, lo tonal es muy importante, es muy importante y realmente, pues yo no me he planteado esas teorías sobre los libros tanto. Para mí ha sido contar y nada más.
Ha contado en una conferencia en España que con La vida exagerada de Martín Romaña es que detecta ya mucho mejor este tono. ¿Lo recuerda así?
No, el tono ya está en Huerto Cerrado, en algún relato, y “Con Jimmy, en Paracas”. Ahí creo que estaría el nacimiento de mi estilo, de mi manera de contar. Muy oral, muy oral…
Y quizás que en ‘Martín Romaña’ se desarrolla con más amplitud…
Sí, ya lo creo.
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Este es su libro número 29. Quiso llegar a los 30 y lo hará luego cuando se publiquen las cartas que intercambió con algunos de sus entrañables amigos. Al inicio de nuestra conversación Bryce mencionó que le temblaba el pulso. Es cierto, sus manos vibran con cierto disimulo, el cual se rompe cuando toma la pluma y firma un autógrafo. En estas antimemorias evoca los lugares que transitó, los amigos que lo acompañaron, entre ellos el cómico Tulio Loza. Con el ‘Cholo de acero inoxidable’ estudió Derecho en San Marcos y este con sorna lo llamaba ‘Mr. Bryce’ y le hacía roche por su timidez para dirigirse a las chicas. Dos formas distintas de hacer humor. La de Tulio en la televisión, y la de Alfredo en la literatura.
Estas antimemorias son su despedida literaria y en sus primeras páginas dice que hace suyo el epitafio de Stendhal: escribió, amó, vivió. Bryce se está despidiendo. Ya ha dejado escrito que le gustaría que sus cenizas se esparzan en la playa Cantolao, en La Punta. La Punta madre, como la llama en sus memorias. Momento de balances.
Hechas las sumas y restas, ¿cree que ya escribió su gran novela o se retira con esa deuda pendiente?
No, creo que ya he escrito las novelas de Alfredo Bryce, pero no creo en una gran novela ni en una chica.
No hay ningún tema pendiente, en todas las novelas ya está lo que quiso contar…
Yo creo que sí, yo creo que sí.
¿Alguna vez alguien le pidió un consejo para escribir? ¿Un joven escritor, un amigo?
No, creo que no.
Y si yo le preguntara qué consejo fundamental le daría a un escritor, ¿cuál sería?
Ah pues, que la inspiración no existe, lo que existe es la transpiración. O sea, hay que darle, darle, darle.
¿Cómo ve la figura del escritor ahora en la actualidad? Lo pregunto porque antes, el escritor tenía una preponderancia en lo social, en el mundo cultural, era una figura muy activa. Pero actualmente el escritor, ¿qué rol juega en la sociedad?
¿En la sociedad? (Piensa) Bueno, yo creo que depende del autor, depende de muchas circunstancias. No existe una concepción de todo eso. Yo diría que es casi gratuito, ¿no? Eso.
Así como dijo que Mario Vargas Llosa es como nuestro Julio Iglesias, y Julio Ramón Ribeyro, nuestro Agustín Lara, ¿quién vendría a ser Alfredo Bryce?
No sé. (Piensa) Ah, Daniel Santos, creo yo.
O un gran humorista también, ¿no?
Sí pues, en general. Eso sí, eso sí.
¿Usted podría decir que ha vivido económicamente gracias a la literatura? Es decir, ¿solo de sus libros?
Bueno, sí pero tuve que esperar bastante. Yo he trabajado muchos años en universidades, en París, en Italia, en España; en Estados Unidos he estado dos veces, una vez en Austin y otra vez en Yale de profesor; y así me he ganado la vida hasta que he podido vivir de lo que escribía.
A veces erróneamente un joven escritor ve en el éxito como la posibilidad de vivir idílicamente de lo que escribe y es difícil.
Es difícil, ya lo creo.
Finalmente, usted ha pedido que sus cenizas sean esparcidas en el mar de La Punta pero, si tuviera la posibilidad de escoger un epitafio o una frase, así a lo Stendhal, muy suya, ¿cuál sería?
(Piensa) Mira, me cae a pelo la de Stendhal. Ojalá la pudiera usarla (risas) Sí, sí, por ahora no he resuelto eso.
LOS CINCO Y MÁS LIBROS FAVORITOS DE ALFREDO BRYCE
Rojo y negro; La cartuja de Parma, de Stendhal.
Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline.
La Feria del Libro de Lima iniciará este 19 de julio. Aquí una breve reseña del ambiente previo a este evento que tiene como invitado estrella a Mario Vargas Llosa.
Por Jaime Cabrera Junco
Hay un aspecto de la FIL que me ha ido generando hastío. Me refiero al festival de egos entorno a ella y, que ante la presencia de un autor como Mario Vargas Llosa, nuestro mundillo literario reluce su espíritu más cortesano. La presencia del Nobel es, sin duda, una muy buena noticia, pero desalienta que no se le aproveche mejor en las tres actividades en las que participará. La mesa política del viernes 19 de julio no reviste mayor trascendencia, pues sus ideas liberales son más que conocidas y no habrá un debate. Esto último porque sus acompañantes, Carlos Alberto Montaner y Andrés Oppenheimer, harán más bien de corifeos que de interlocutores. La mesa literaria del sábado 20 resulta poco atractiva en tanto el tema, “Los paraísos literarios de América Latina”, da para muchas más visiones y porque la dupla con el respetadísimo Sergio Ramírez no es garantía de una conversación ágil. Quizás la actividad del domingo 21 sea la más original, pues el Nobel leerá su libro de cuentos para niños titulado “Fonchito y la luna”.
Y con estas tres actividades concluirá la participación de MVLL en la FIL, pues su presencia en la inauguración oficial, del jueves 18, solo será accesible con invitación. Ojalá que la organización tenga previsto transmisiones en vivo de los eventos con el homenajeado, pues de por sí está claro que habrá muchísimo público que aspire a verlo y escucharlo. Nunca el novelista ha participado de una FIL Lima y ello le da mayor realce a este encuentro. Una lástima que no haya sido programada una firma de libros totalmente abierta, si bien se está organizando un sorteo para un cupo limitado de personas. Mario Vargas Llosa es un rockstar, pero es nuestro rockstar literario vivo más importante. Saber que será inaccesible y que su corte lo hará más inalcanzable, me desaniman de una.
Por otro lado, tenemos la polémica que precede a esta FIL. El fuego desencadenado durante la Bienal Vargas Llosa ya se estaba apagando, pero volvió a atizarse. Las críticas por un manifiesto en contra de la escasa presencia femenina en tal encuentro, realizado en México, generó la respuesta del propio MVLL en su columna en el diario El País. Ello no amainó el temporal, pero definitivamente las declaraciones del director de la Cátedra Vargas Llosa, el español Juan Jesús Armas Marcelo, fueron como una galonera llena de gasolina. En entrevista con Caretas, la emprendió con nombres y apellidos contra los escritores implicados en el manifiesto. Por si eso no bastara, la dramaturga Mariana de Althaus anunció la repentina cancelación de la lectura dramatizada de su obra teatral La literatura es fuego, inspirada en la vida de Vargas Llosa teniendo como disparador la concesión del Premio Nobel. En su cuenta de Facebook, De Althaus expresó su sorpresa por la noticia que se dio luego de que ella se mostrara crítica a la Bienal VLL. Por su parte, la FIL previendo un control de daños ha convocado en esta edición la participación de distintas autoras, como también de activistas e investigadoras feministas. No se sabe cómo resultará esta fórmula, pero por lo pronto no ha habido críticas. Sí, la literatura es fuego.
Entre la lista de invitados a esta edición, particularmente me atrae la presencia de Gerald Martin. El biógrafo de García Márquez y ahora también de MVLL, nos tiene en suspenso sobre la vida del Nobel peruano. Quizás sea oportunidad para que el investigador británico nos cuente cómo va este trabajo.
Una presencia opacada solo por Vargas Llosa es la del Nobel chino Mo Yan, quien estará en la FIL entre el 30 y 31 de julio. Su universo narrativo es tributario de García Márquez y ha servido de inspiración para otras artes como el cine. Esta visita no debería pasar desapercibida en medio de tanta histeria en torno a su par peruano.
Otros invitados internacionales que destacan, aunque hayan venido antes, son Leonardo Padura (Cuba), Héctor Abad Faciolince (Colombia), Guillermo Martínez (Argentina), Rosa Montero (España), así como la periodista argentina Leila Guerriero y la muy elogiada autora ecuatoriana Mónica Ojeda. Hay más nombres. Es cierto que algunos repetitivos, pero quizás sea una oportunidad para que lectores que no los han escuchado lo hagan ahora.
En cuanto a novedades editoriales, destaca ampliamente la esperada biografía de Julio Ramón Ribeyro, a cargo de su albacea literario Jorge Coaguila. La presentación será el sábado 20 de julio, a las 8:00 p.m., en el auditorio Abraham Valdelomar. En lo que respecta a novelas, mis expectativas me llevan a resaltar la próxima novela de Francisco Ángeles, titulada Adiós a la revolución, y que se presentará el lunes 29 de julio, a las 7:00 p.m., en el auditorio Abraham Valdelomar.
ACTUALIZACIÓN: 16/7/19: el propio Jorge Coaguila nos acaba de confirmar que la presentación de su libro sobre Ribeyro no va en la FIL. Lamentable.
Esta edición de la FIL es llamativa también porque hasta octubre seguirá vigente la exoneración del IGV a los libros. El Ministerio de Economía y Finanzas no ha dado señales de querer extender este beneficio que reduce el costo final de los libros. Menos el Congreso de dar trámite y poner en debate la anhelada Ley del Libro. Esto es trascendente para quienes queremos que muchas más personas lean. Los libros no se comen, pero sí que alimentan la mente. Por su parte, el presidente de la CPL se ha encargado de recordar esta problemática en recientes entrevistas. Además, se lanzó una campaña publicitaria que buscó sensibilizar a quienes corresponde decidir que el acceso al libro sea posible, pero aparentemente no se han dado por aludidos y el debate solo ha llamado la atención de las redes.
Por todo esto, y por más críticas que podamos hacerle a la FIL, este es el evento cultural más importante que tenemos. Allí encontramos personas que normalmente no pisan una librería. Acercar al libro es una tarea difícil y en eso estamos muchos involucrados en contribuir a la causa. La asistencia no disminuyó por más que el costo de ingreso fue subiendo.
La FIL inicia el viernes 19 de julio y va hasta el 4 de agosto. Nuevamente se realizará en el Parque de los Próceres de Jesús María. La entrada general costará 7 soles. La entrada para estudiantes y docentes costará 3 soles; mientras que adultos mayores de 65 años y niños menores de 5, entran gratis.
El inicio de la Feria del Libro de Lima estuvo rodeado de críticas por una mesa compuesta totalmente por hombres. Aunque la Cámara Peruana del Libro se disculpó por no haberse dado cuenta de ese mensaje simbólico, la polémica se instaló en este evento que tiene como gran homenajeado a Mario Vargas Llosa.
Por Jaime Cabrera Junco
Todo o casi todo es un acto político. La inauguración de una feria del libro es un acto político. Pronunciarse y criticar la composición de la mesa también lo es. Por eso ha sido un descuido —por no decir torpeza— el no haberse percatado de que la mesa de invitados estaba conformada totalmente por hombres. Más aun cuando ya había un precedente con Mario Vargas Llosa también como centro, en el que hubo reclamos sobre la poca participación de mujeres en la bienal que lleva su nombre. Aunque esto no afectaba a toda la FIL —donde hay mesas e invitadas desde el feminismo— sino a la mesa inaugural, donde además del Nobel, estuvieron el Presidente de la República, el Ministro de Cultura, el presidente de la Cámara Peruana del Libro, el alcalde de Lima, y otros cuatro varones más. Resultado: una mesa conformada por 9 hombres, cuya foto empezó a circular desde el Facebook de la propia FIL y que propició una bola de nieve. Lo triste es que solo se habló de eso y no de lo medular: el apoyo presidencial a la Ley del Libro, que también tuvo su correlato en el balance hecho por el ministro de Cultura, Luis Jaime Castillo.
Decía que una inauguración de una feria del libro es un acto político. En la propia Feria del Libro de Buenos Aires las inauguraciones suelen ser un espacio de confrontación ideológica, así como de abierta crítica al gobierno o un espacio de reivindicaciones de causas, especialmente feministas. En la FIL de Lima, los organizadores se pusieron en bandeja ante las voces críticas que ya habían salido a resaltar la escasa presencia femenina en la Bienal de Guadalajara hace un mes. En ese sentido, ¿no se dieron cuenta de ese detalle? Si el centro del debate debía ser la Ley del Libro, entonces bien pudo estar en esa mesa la directora de la Biblioteca Nacional, alguna escritora de amplia trayectoria o, incluso, ya estirando un poco el asunto la Ministra de Educación, o por último, la ministra de la Mujer. Se les escapó la tortuga y se armó el chongo.
Junta a las críticas en Facebook —aquella comarca de los gritos y jaloneadas de pelo— se ha sumado la cancelación de participaciones en la FIL, como la de la poeta Victoria Guerrero, quien ha dicho que no asistirá a la presentación de su más reciente libro ni tampoco a las mesas a las que había sido invitada. Semanas antes de la inauguración de esta feria, otras autoras habían optado por sumarse a la lista de invitados al espacio alternativo denominado AntiFIL, que se realizará del 31 de julio al 4 de agosto próximos en la Asociación Guadalupana.
Son tiempos de gestos los de ahora. Cualquier acción o comentario puede ser leído como un respaldo o crítica. Las redes sociales han exacerbado cualquier frase o imagen y estos pueden recibir una lectura opuesta a la intencional. Actualmente se reclama la paridad de género en todos los ámbitos, y esto es complicado aunque como aspiración sea ideal. ¿Si en esa mesa en lugar de nueve hombres hubieran estado ocho y junto a ellos la directora de la BNP, la crítica sería menos severa o se hubiera exigido que por lo menos hubiera tres mujeres? El feminismo parte de una lucha legítima, pero últimamente se está cayendo en una exageración, por lo menos en cuestiones de paridad numérica. Ojo, numéricas, mas no de derechos ni de igualdad de oportunidades. Y mucho menos de violencia, donde la situación, sobre todo en nuestro país, ha llegado a niveles inhumanos y execrables.
Es lamentable este puntapié inicial de la FIL, pues sería mejor que estuviéramos comentando los discursos inaugurales. El espaldarazo del presidente Vizcarra a la Ley del Libro, así como la posición del ministro de Cultura al mismo, aun cuando el Ministerio de Economía sea una voz discordante. Aun cuando en el Congreso la batalla sea mucho más ardua, pues allí tenemos representantes que creen que leer mucho causa Alzheimer o que en el futuro los libros reemplazarán a los maestros.
En su discurso, Mario Vargas Llosa abordó un tema al que ya se había referido anteriormente: la convivencia entre las pantallas digitales y los libros impresos. Hizo una apología de la lectura de “los buenos libros” como una vía para salirse de uno mismo y reencontrarse con los demás. Es cierto que tuvo una visión muy española —se le salió lo de marqués— de la llamada “conquista” y comparó con la torre de Babel a la diversidad lingüística de América Latina. Aunque no se refirió directamente a ello, avaló la supremacía del español frente a otras lenguas. Esto fue criticado duramente en las redes.
Recién empieza la feria y ya arrancó con polémica. ¿Qué habrá respecto a la calidad de las novedades? Ya lo iremos viendo en los demás días.
Pronunciamiento de la FIL
Un día después de las críticas, la Cámara Peruana del Libro lanzó un comunicado que reproducimos aquí:
La Cámara Peruana del Libro comprende y lamenta el malestar producido en la inauguración de la 24 Feria del Libro de Lima por la ausencia de mujeres en la mesa de presentación. Si bien la composición de la mesa de honor no estuvo determinada por el género de las personas que participaron, sino por los cargos institucionales que tradicionalmente han participado del evento, sin duda era necesario que replanteáramos la composición de la mesa al ver que no había mujeres presentes.
La FIL hace grandes esfuerzos por visibilizar a las escritoras y a las mujeres que participaron en el mundo del libro, lo cual está reflejado en la programación y en la nómina de las y los invitados nacionales e internacionales. Sin embargo, es fundamental que esa visibilización se produzca también en los actos simbólicos y protocolares. Lo cierto es que no fuimos conscientes del problema, lo cual lamentamos profundamente.
La presencia de mujeres en todos los ámbitos es indispensable, y sabemos que eso no se va a lograr sin nuestro esfuerzo. Son las luchas de personas y colectivos a lo largo de la historia las que generan los cambios. Situaciones como esta nos llevan a reflexionar y tomar conciencia de la importancia de normalizar la presencia femenina y, en general la diversidad, en todos los espacios.
A continuación la crónica de un primer recorrido por los stands de la Feria del Libro de Lima.
Por Jaime Cabrera Junco
Desde 2012 visito ininterrumpidamente la Feria del Libro y confieso que su programación y las presentaciones de libros me entusiasman cada vez menos. De allí que me propusiera en este primer día de visita hacer un recorrido por los stands en busca de novedades para poder compartirles algunos datos sobre precios y ofertas. Esta apretada guía es resultado de tres horas de caminata que, sin embargo, no lo abarca todo. De allí que haya algunas ausencias involuntarias. Con esa salvedad, van estas impresiones al vuelo.
En la tarde de sábado se veía una fila de más tres cuadras en la boletería ubicada en la avenida Salaverry. La cantidad llamó la atención, sobre todo porque actualmente existe la posibilidad de evitar las colas comprando las entradas a través del portal Joinnus. Quizás sea por desinformación o por la desconfianza de hacer compras en línea. Como sea, había mucha gente aguardando turno para entrar, incluso, me enteraría después, desde las 11 de la mañana ya se había formado una cola para el evento de las 7:00 p.m. con Mario Vargas Llosa como invitado estelar. En la fila de la avenida Salaverry se observaba público con libros en mano del Nobel, esperando la remota posibilidad de obtener un autógrafo a pesar de que se había hecho un sorteo solo para 60 afortunados.
Una vez adentro del campo ferial divisé una aglomeración de asistentes pugnando por obtener programas y planos de ubicación. Esto último resultaba vital, pues en el segundo día de FIL la señalética aérea seguía ausente. Para un visitante asiduo ingresar a la feria puede propiciar un déjà vu aunque este año la feria haya incrementado su área total y los auditorios han sido reubicados en una zona distinta. Esto descoloca a quien cree que las salas de presentaciones están en el mismo sector. En lo que respecta a la ubicación de los stands, es parecida a la de años anteriores: Planeta, Penguin Random House y Crisol, en la parte central y de una proporción sobresaliente respecto a los demás. A la altura de las columnas con las efigies de los próceres de la Independencia –que da nombre al parque– se encuentra el pabellón dedicado a Vargas Llosa. Encontramos infografías e imágenes sobre la vida y obra del Nobel peruano. El diseño es bastante sencillo sobresaliendo la escultura en forma de hipopótamo en la zona de ingreso, una alusión al fetichismo del escritor por este mamífero acuático de apariencia inofensiva. Lo más interesante son los salones oscuros y con espejos con las portadas de los libros de MVLL en distintas lenguas. Hay también –faltaba menos– un espacio central para la venta de obras del autor homenajeado.
Ahora sí, veamos los precios y novedades. Si bien es cierto las ofertas más interesantes se dan en los últimos tres días de feria, no hay que perder de vista que algunos libros a precios atractivos se agotan en los primeros días. De allí que esta breve guía apunta a ofrecerles un primer panorama de los libros que podrían interesarles.
Este recorrido inicia por la primera rotonda ubicada por el lado derecho viniendo de la avenida Salaverry. Uno de los puestos que siempre debe visitar el lector interesado en poesía es librería Inestable. Allí hay descuentos entre 10 y 15%, y en poesía destaca la obra de la canadiense Anne Carson. Hay otros textos de filosofía, música, cine y teatro para lectores especializados. En esa misma recta está el puesto de un nuevo sello de libro ilustrado llamado Pichoncito. Allí encontramos su primera colección de libros informativos sobre peruanos ilustres, entre ellos Chabuca Granda, Martín Chambi, Teresa Izquierdo y Arturo ‘Zambo’ Cavero. Todos ellos y otros títulos más trabajados en una cuidada edición. Cada título cuesta S/.49 y por feria ofrecen 3 libros por S/.120.
Siguiendo en este recorrido, más adelante divisamos el stand de Contracultura, sello especializado en narrativa gráfica. Como principal novedad tienen el libro Ya nadie te sacará de tu tierra, trabajado por Carla Sagástegui, con ilustraciones de Jesús Cossio. En esta publicación se exponen seis argumentos a favor de la reforma agraria propiciada en 1969 por el régimen militar de Juan Velasco Alvarado. En la feria se puede adquirir este libro a S/.39. Más allá vemos el stand de librería Sur, con un conservador descuento de 10% en todos los libros. En el puesto de Cátedra Vallejo hay descuentos de 20%, y entre lo más interesante encontramos la obra reunida de Juan Parra del Riego a S/.45 y La serpiente de oro, de Ciro Alegría, a S/.20. Ambas trabajadas por la Academia Peruana de la Lengua.
En el stand de Lápix Editores encontramos además de los títulos de este sello, los de la editorial Pesopluma, que están ofreciendo a S/.49 la edición de Vox Horrísona, de Luis Hernández. Una rebaja considerable teniendo en cuenta que el año pasado estaba casi al doble. Quedaban pocos ejemplares y lo curioso es que está mucho más barato que en el stand de La Independiente. Ojo con ese dato.
Los Heraldos Negros es una distribuidora de libros y este año la está rompiendo no solo con un stand mucho más grande que el año pasado sino que impecable en diseño. Allí hay que tener mucho cuidado, pues uno puede irse de avance y salir empeñado. Hay muchísimas novedades en sellos como Impedimenta, Sexto piso, Acantilado, entre otros. Los descuentos van de 10% si se lleva solo un libro y de 20% si llevas dos o más. Aquí también hay títulos del sello español Candaya, donde publica entre otros autores, la ecuatoriana Mónica Ojeda, invitada a la FIL. Su novela Mandíbula la conseguí a S/.75.60. Además, por cada compra ingresas a un sorteo de una canasta de libros de estos sellos internacionales. También tiene entre sus novedades el libro Cartas a Juan Antonio, donde se consigna la comunicación epistolar entre Julio Ramón Ribeyro y su hermano. El precio es de S/.79, al que hay que restarle el 20% en caso se lleve otro libro para aplicar la promoción.
En Ibero Librerías, encontramos descuentos de 3 libros por el precio de 2 en los sellos que ellos importan, tales como Siruela y Páginas de Espuma. Más allá, Crisol ofrece 25% de descuento si llevas 3 libros o más.
En el enorme stand de Planeta vemos que anuncian 20% en todos sus títulos. Aquí, por ejemplo, entre los recomendados encontramos Muerte en el Pentagonito, a S/.69 menos el 20% (sale a 55.2 soles). También las ediciones conmemorativas de las principales obras de Ribeyro editadas por Seix Barral. Así, los cuentos completos de 120 soles, lo encontramos rebajado a S/.96; mientras que Prosas apátridas está a S/.49 menos el 20%. En el pabellón de Penguin Random House ofrecen también todos sus títulos a 20% de descuentos. Allí encontramos como novedad la más reciente novela de Francisco Ángeles, Adiós a la revolución, a S/.49 al que hay que restarle el descuento del 20%. Así también The night, la novela del escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón, que resultó ganadora del III Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. El libro se consigue a S/.59 menos el descuento del 20%. Allí también hay obras de otros autores internacionales como Stephen King y George R.R. Martin, el de la saga Juego de tronos. Así también toda la obra de Mario Vargas Llosa y otros títulos.
En Monoblock hay tentadoras rebajas en novela gráfica: 50% de descuento en títulos del prestigioso sello Libros del Zorro Rojo. Allí encontramos, por ejemplo, El horror de Dunwich, de H.P. Lovecraft, a S/.35. Reunión, de Julio Cortázar, a S/.25. Y una hermosa versión ilustrada de La metamorfosis, de Kafka, con traducción de César Aira e ilustraciones de Luis Scafati, a S/.45. Hay más títulos y nos advirtieron que esto podría volar en menos de una semana.
La Independiente es el stand del Ministerio de Cultura que agrupa a las editoriales independientes (valga la redundancia) a nivel nacional. Allí encontramos algunos títulos como Dichos de Luder, de Julio Ramón Ribeyro, a S/.25. Como novedad en poesía encontré una antología de poemas y canciones de Juan Gonzalo Rose, editado por La Píldora Púrpura, a S/.49. Entre nuestros recomendados les podemos datear que Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz, se encuentra a S/.30. Mientras que el libro póstumo de microrrelatos de Carlos Calderón Fajardo, Los zapatos de Bianciotti, se consigue a S/.35. Además, vimos de Marco García Falcón, sus primeros libros de relatos, París personal y El cielo de Capri –ambos en un solo libro–, a S/.30. En no ficción destaca, El pintor de lavoes, que reúne las crónicas más sabrosas del periodista Luis Miranda. El libro se consigue a S/.42.
En Ediciones Copé, la obra narrativa y poética de César Vallejo, reunida en dos tomos, se consigue ambos por S/.50. Mientras que la obra completa de Abraham Valdelomar (poesía, cuento, teatro, crónicas), se consigue a S/.33 los dos tomos. Además, El cuento peruano 2001-2010, editado por Ricardo González Vigil, se consigue a S/.50, los dos volúmenes.
En el stand de El Virrey de Lima encontramos mesas con libros a 50% de descuento. En cuanto a títulos de interés, encontramos la poesía completa de Blanca Varela a S/.59. Lo mismo que la poesía completa de Emilio Adolfo Westphalen. Así que es una buena oportunidad para adquirir estas obras que hace un año se conseguía a mucho más. Aquí también se encuentran las novedades de Revuelta Editores, y entre ellas las publicaciones sobre Julio Ramón Ribeyro trabajadas por su albacea literario Jorge Coaguila. Aprovechando que encontré a David Ballardo, editor de Revuelta, le pregunté qué había pasado con la esperadísima biografía de Ribeyro. Me dijo que en su último viaje a París, Coaguila había encontrado más documentos y que era necesario hacer unos ajustes a su biografía por lo cual no llegó a tiempo para esta feria. Aseguró, sin embargo, que el libro estará para fines de agosto, coincidiendo con el cumpleaños número 90 de nuestro más querido cuentista peruano.
En Estruendomudo, ofrecen el cómic Boom. Historia de un puñete, el cual presenta una historia gráfica en torno a la noqueada que le propinó Vargas Llosa a García Márquez por un aparente lío de faldas. Este trabajo, dirigido por el escritor y militar Carlos E. Freyre, y con ilustraciones de Eduardo Yaguas y Jugo Gástrico, se consigue a S/.47.20. Además, el libro de relatos Pajarito, de Claudia Ulloa Donoso, se consigue a S/.28.
En el stand de Océano, que distribuye entre otros sellos las novedades de Anagrama, ofrece descuentos de 20% en todos sus títulos. Aquí encontramos el más reciente libro de Leila Guerriero, Opus Gelber. Retrato de un pianista, a S/.63.20, entre otras novedades más como Serotonina, de Michel Houellebecq.
Haciendo este recorrido nos dieron más de las 8:30 p.m. y aún nos faltaban visitar otros stands. Así que simplemente este es un acercamiento para que quien aún no va a la FIL pueda hacerse una idea de lo que encontrará. En una próxima entrega veremos qué otras novedades encontramos.
La edición número 24 de la Feria Internacional del Libro de Lima tiene como invitado especial a Mario Vargas Llosa. Por eso te compartimos estos datos sobre el único Premio Nobel peruano. ¿Sabías que Alberto Fujimori firmó un manifiesto en apoyo del autor de La ciudad y los perros? Estos y más datos en este artículo de Luis Rodríguez Pastor.
Por Luis Rodríguez Pastor
William Faulkner estuvo en Lima y Vargas Llosa no se enteró
Son tres los escritores fundamentales en la formación de Vargas Llosa como escritor e intelectual: Gustave Flaubert (1821-1880), William Faulkner (1897-1962) y Jean Paul Sartre (1905-1980). El primero definió su compromiso incombustible a la hora de emprender la escritura, el segundo le abasteció de un repertorio de herramientas técnicas que le descubrieron la concomitancia entre qué se cuenta y cómo se cuenta, y el tercero fundió la vocación del escritor con la de un intelectual comprometido con su tiempo. La admiración por Sartre se desarrolló básicamente a lo largo de doce años: desde el verano de 1952 hasta abril de 1964, en que progresivamente fue distanciándose del autor de Las moscas, a quien llegó a conocer en abril de 1967. A los otros dos escritores los emparenta el que mantenga hasta la actualidad una admiración que linda con la devoción, y también el no haberlos conocido en persona. A Flaubert, por obvias razones cronológicas; a Faulkner, por un curioso descuido, ya que estuvieron muy cerca un día de hace 65 años.
La única vez que el Premio Nobel de Literatura William Faulkner pisó el Perú fue el sábado 7 de agosto de 1954. Su estadía duró exactamente 24 horas, realizó una serie de actividades durante ese sábado: en la mañana visitó el Museo de la Cultura y el estudio del pintor José Sabogal, almorzó en la residencia del embajador de Estados Unidos, en la tarde dio una conferencia de prensa y en la noche una mantuvo una reunión con intelectuales (ambas en el Hotel Bolívar, donde se alojó). La mañana del domingo 8 de agosto partió con dirección a Sao Paulo, al Congreso Mundial de Escritores. Para entonces, Vargas Llosa ya era un apasionado lector del norteamericano (específicamente, desde 1953), y de hecho conocía a varios de los que entrevistaron o conversaron aquella vez con Faulkner, entre ellos, su profesor Carlos EduardoZavaleta, quien lo acercó a la obra del autor de Luz de agosto.
Vargas Llosa nunca ha referido haberlo conocido ni haber participado en ninguna presentación pública de Faulkner. Para estar totalmente seguros, le hicimos la pregunta en conversación personal, el 14 de marzo del 2015, y nos respondió que Faulkner solo había estado de paso; cuando le respondimos que Zavaleta lo había entrevistado, supuso que la entrevista se había realizado en el aeropuerto. Le comentamos que teníamos una documentación detallada acerca de su estadía y actividades en Lima, con lo que quedó sorprendido e interesado en conocer más del hecho, pues “estaba segurísimo que no” había estado en Lima. Vargas Llosa perdió aquel día la única oportunidad que tuvo de conocer a su autor de cabecera, del que ha afirmado “que hay que leer de principio a fin y varias veces”[i].
Rafael Merino Bartet
Mario ha contado el trío inseparable que formaron él, Lea Barba y Félix Arias Schreiber durante 1953. Pero antes que Félix llegara, quien frecuentaba a Lea y Mario era un joven llamado Rafael Merino. Mario cuenta en sus memorias que incluso fueron alguna vez a la playa. Cómo sería de opuesto el destino de ambos, que cuarenta años después, mientras Mario era un férreo opositor del gobierno de Fujimori, Merino Bartet era uno de los cabecillas del Servicio de Inteligencia Nacional de Vladimiro Montesinos.
Un cura intentó violarlo
Sorprende que este caso haya pasado prácticamente desapercibido, a pesar de haberlo contado en sus memorias, El pez en el agua (1993). Mario tenía poco más de once años y fue a recoger su libreta de notas al colegio La Salle, donde estudió cuarto, quinto y sexto de primaria. El padre que lo recibió lo llevó a las habitaciones de los pisos superiores, le mostró revistas pornográficas y, salivando, comenzó a meter su mano entre la bragueta. Mario se asustó y se fue corriendo. Y se salvó. Quien no se salvó fue su amigo, el escritor chileno Jorge Edwards, que hace pocos años ha hablado por primera vez del tema en sus memorias. Que las denuncias por abuso sexual realizadas por cura hayan explotado en los últimos años no significa que esta práctica sea reciente.
El fin de Batuque
Quienes hayan leído Conversación en La Catedral recordarán la anécdota de la que parte: luego de ver la avenida Tacna sin amor, preguntarse en qué momento se había jodido el Perú, caminar por La Colmena, cruzar la plaza San Martín, encontrarse con Norwin en el Zela, tomar un trago y luego partir en colectivo a Miraflores, Zavalita descubre a su esposa Ana llorando porque los de la perrera le han quitado a su mascota, Batuque, y se lo han llevado. Zavalita regresó al centro de Lima, encontró la perrera, rescató a su mascota y descubrió una escena terrorífica: los perros que nadie reclamaba eran llevados a un galpón, los metían en un saco y los apaleaban hasta morir. Esta anécdota es real y la cuenta Mario en El pez en el agua (1993), y en sus memorias añade que al salir de la perrera es que entra al primer “cafetucho” que encuentra y es ahí que piensa en la idea de escribir una novela ambientada en los finales del gobierno de Odría, que vivía por esos días. Vargas Llosa tenía 20 años y se había casado el año anterior, en julio de 1955. Vivía con Julia en una casita ubicada en la calle Porta 183, en Miraflores, en la llamada Quinta de los Duendes, y poco tiempo después les habían regalado una mascota a la que llamaron Batuque. (Esta coincidencia entre los nombres de los personajes de la novela y los seres que la inspiraron en la realidad no es exclusividad de Batuque: ocurre también con Carlitos, Norwin, Milton, Becerrita, Héctor, Washington y más). La mascota los acompañó durante los dos años que continuaron viviendo en Lima, hasta octubre de 1958 que partieron a Europa. ¿Qué pasó con Batuque? Lo entregaron a unos familiares y poco tiempo después murió atropellado por un auto.
El ají de gallina que preparó Victoria Santa Cruz
Mario vivió en París entre 1959 y 1966, una ciudad y una época plagada de grandes personajes y acontecimientos políticos y culturales. Era frecuente en aquella época que egresados de las universidades San Marcos y Católica —flamantes filósofos, antropólogos, sociólogos, etcétera— fueran a realizar estudios de posgrado o para ‘entrenarse’ como escritores o revolucionarios. Pasaron temporadas en París durante la década de 1960 Pablo Macera, Federico Camino, François Mujica, Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, Humberto Rodríguez Pastor, César Calvo, Rodrigo Montoya, Ricardo Letts, Edmundo Murrugarra, Heraclio Bonilla y un largo etcétera.
Una de las peruanas que vivió en París durante esa época fue Victoria Santa Cruz Gamarra (1922-2014), quien luego de una serie de exitosas temporadas codirigiendo con su hermano Nicomedes la compañía Cumanana (1959-1962) radicó en la ciudad europea entre noviembre de 1962 y noviembre de 1966, donde realizó estudios de teatro.
Era frecuente que los peruanos se reunieran, compartieran recursos y experiencias (era casi parte de la rutina pasar por la casa de Vargas Llosa, algo que llegó a exasperarle por la cantidad de tiempo que le tomaba); en una de las ocasiones en las que la reunión de los peruanos se hizo en la casa de Julio Ramón Ribeyro, participó también Victoria Santa Cruz, quien preparó un ají de gallina que fue el elogio de todos. Uno de los comensales más entusiastas fue Mario Vargas Llosa. Esta anécdota nos la contó la propia Victoria en entrevista personal, a inicios de la década pasada.
La reunión con Fidel Castro
Fidel Castro es el personaje del que Vargas Llosa ha hablado con más pasión desde que apareció triunfalmente en la historia, el 1 de enero de 1959. Primero desde la admiración (1959-1971) y luego desde el progresivo cuestionamiento, la franca oposición y finalmente desde obsesivos niveles de encono. De hecho, es el personaje público que más ha mencionado en sus columnas de opinión, un permanente motivo de crítica.
(A pesar de la oposición a su régimen, sorpresivamente afirmó en 1986, en una entrevista a Ricardo A. Setti: “[…] es un genio, un hombre absolutamente fascinante, no hay nada que hacer…”[ii]. Pero ya desde finales de esa década, y para siempre, tendrá solamente expresiones negativas: en 1993 lo describe “con su ridículo disfraz de guerrillero, sus barbas matusalénicas y su silueta de Hombre de Crogmanon”[iii]; en 1994, afirma que “es el único superviviente de la dinastía de sátrapas omnipotentes que encamaron un Somoza, un Trujillo, un Batista o un Stroessner”[iv]; en 1999, “un pequeño sátrapa con las manos manchadas de sangre”[v]; en el 2000, “uno de los más sanguinarios y repugnantes dictadores que haya producido la fauna autoritaria latinoamericana”[vi]; en el 2014, “momia viviente y símbolo animado de la dictadura más longeva de la historia de América Latina”[vii]… el etcétera es abultado).
Si bien Fidel ha estado presente en sus pensamientos todos estos años, solo se reunió con él una vez, en 1967, en la que Fidel compartió con un pequeño grupo de intelectuales, entre ellos Mario Vargas Llosa, quien todavía estaba comprometido con el apoyo a la Revolución Cubana. Esta reunión duró toda la noche hasta pasado el amanecer, y el mismo Mario resalta que no fue una interlocución sino una exposición continua de Fidel con pequeños espacios para comentarios y preguntas de los asistentes (Mario lo llamó “extraño, fascinante monólogo”). La descripción que hace de Fidel es la de muchos otros personajes que conocieron al revolucionario cubano: carismático, verborreico, persuasivo, incansable (“Estábamos soñolientos, exhaustos, y él parecía ofensivamente fresco”). La impresión del personaje fue tal que escribió una crónica[viii] (redactada en Londres, en febrero de 1967), pero ya el germen de las discrepancias con el régimen cubano estaba sembrado y seguiría creciendo hasta explotar en abril de 1971, a raíz del caso Padilla[ix].
El manifiesto que Alberto Fujimori firmó en apoyo a Vargas Llosa
En 1974 Mario Vargas Llosa rompió sus buenos vínculos con el régimen de Juan Velasco Alvarado (1968-1975). Esto a raíz de la confiscación de los medios de comunicación, medida que Mario enfrentó tenazmente. Al manifestarse en contra, recibió el ataque de varios de los escribanos de los medios de comunicación expropiados; pero, a la vez, se publicó en la revista Caretas un manifiesto de apoyo firmado por distintos intelectuales y personajes públicos. Uno de ellos, tal vez el menos conocido, era Alberto Fujimori.
No tenemos noticia de que antes de la campaña de 1990 se hayan conocido, ni cuando Fujimori firmó dicho manifiesto en apoyo a Vargas Llosa ni once años antes, cuando vivieron en la misma ciudad —París— entre 1964 y 1965. Solo tenemos noticia de un peruano que trató con ambos en la misma época: el antropólogo Humberto Rodríguez Pastor, abuelo del suscrito.
El libro que presentó Belaunde
En octubre de 1981 Mario publicó una de sus cumbres literarias: La guerra del fin del mundo. La que es para muchos su mejor novela fue presentada por todo lo alto en el Salón Principal del Hotel Bolívar, ubicado en el centro histórico de Lima, con los comentarios de su exmaestro Luis Alberto Sánchez y un presentador sui generis: el presidente Fernando Belaunde Terry. De hecho, los vínculos con Belaunde se habían renovado en su segundo gobierno (1980-1985), ya que en el primero (1963-1968) Mario fue un crítico de su gobierno que apoyaba las guerrillas encabezadas por amigos y conocidos suyos: Guillermo Lobatón, Luis de la Puente Uceda, Héctor Béjar, quienes fueron (salvo Béjar, que actualmente tiene 83 años) asesinados durante el gobierno de Belaunde en situaciones poco esclarecidas. (Es recordada la “Toma de posición” firmada en París, el 22 de julio de 1965, por Vargas Llosa y otros siete intelectuales en el que critican firmemente el gobierno de Belaunde y afirman que “no queda otro camino que la lucha armada”).
Volviendo a la presentación en el Bolívar, Carlos Eduardo Zavaleta, exmaestro de Vargas Llosa, la rememora en su Autobiografía fugaz: “Pero ningún espectáculo más frívolo y menos artístico que la impresionante y costosa presentación, por la editorial Seix Barral, en el Hotel Bolívar, de Lima, de La guerra del fin del mundo. Los oradores no fueron escritores o críticos de talla, sino protagonistas de un éxito social y político. Sin duda, los anfitriones pensaron más en la legión de damas burguesas que en el público culto. Pues bien, hablaron el presidente Belaunde, retórico y vacío, y el alicaído crítico, senador y líder aprista Luis Alberto Sánchez, cuya caricatura ha pintado el propio autor de El pez en el agua. Vargas Llosa, absolutamente feliz, rodeado de políticos jubilados, quizá urdía ya, en 1980, proyectos para una elección presidencial. Y nosotros, sus amigos, que nos negábamos a ver lo que veíamos”[x].
Al margen de esta impresión, treinta años después, el 30 de marzo del 2011, Zavaleta dio un afectuoso discurso en honor a Vargas Llosa en el Aula Magna de la Casona de San Marcos, con motivo de la entrega de la medalla de honor sanmarquina en el grado de Gran Cruz. Fue la última vez que se vieron, ya que Zavaleta falleció un mes después. (El video de la ceremonia se puede apreciar haciendo click aquí[xi]).
Los cargos políticos que no aceptó
Es precisamente durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry (1980-1985) que Mario comenzó a ser tentado por la “política profesional”: el presidente le ofreció cuanto cargo pudo, desde embajador en Washington o en Londres hasta Primer Ministro. (Álvaro Vargas Llosa relata que la propuesta del premierato fue de Belaunde y la realizó en la etapa final de su gobierno[xii]. Carlos Zuzunaga maneja otra versión: la idea de asumir el cargo de Primer Ministro fue del propio Vargas Llosa, en reuniones que tuvieron como intermediario a Miguel Cruchaga Belaunde, sobrino del presidente y amigo cercano del escritor, que sería además su candidato a la primera vicepresidencia en 1990[xiii]). Todas las conversaciones fracasaron. Finalmente, la “única” responsabilidad que aceptó durante aquel quinquenio fue presidir la comisión investigadora del caso Uchuraccay, lo que le trajo una avalancha de críticas y que sería motivo de advertencia por parte de Patricia para disuadirlo de postular a las elecciones de 1990[xiv].
El encuentro con Mayta
En 1984 Mario publicó una de sus novelas más polémicas: Historia de Mayta. En ella cuenta la historia de un militante trotskista, cuyo perfil linda con lo caricaturesco, pues deposita en él todas las marginalidades posibles. Este personaje está inspirado en un hecho real, ocurrido en Jauja, en mayo de 1962. El detonante fue la lectura de una pequeña noticia en el diario Le Monde, días después de ocurrido el hecho. Reafirmó su voluntad de contar esa historia cuando a mediados de los años sesenta pasó por París Ricardo Letts y le contó con todo lujo de detalles dicha rebelión. La novela se consumó recién dieciocho años después. Poco antes de ponerle el punto final a la novela, ocurrió un hecho surreal: conoció al personaje que inspira la novela. Mario lo cuenta en Conversación en Princeton:
“Nadie sabía qué había pasado con Mayta: había desaparecido. Así que yo trabajé la novela con la idea de que el protagonista de mi historia no había muerto, o por lo menos se había ido al extranjero sin dejar rastros. Cuando tenía la novela prácticamente terminada me enteré que Mayta no sólo estaba vivo, sino que estaba en Lima: hacía diez años que estaba recluido en el penal de Lurigancho, que en ese momento era la cárcel más importante de Lima.
Hice gestiones, conseguí un permiso para entrar a Lurigancho y allí me dicen que Mayta acababa de salir porque había terminado de purgar su condena de diez años. Me entrevisté con el alcaide, que me puso en contacto con un reo que era el mejor amigo de Mayta y que tenía un puestecito de gruta dentro de la cárcel. Hablé con ese preso, que se mostró muy desconfiado. Le conté que estaba escribiendo un libro sobre su amigo y que tenía un enorme interés en escuchar su propio testimonio. Finalmente lo convencí. Me dijo: ‘Sí. Le voy a decir dónde puede encontrarlo. Está trabajando en una heladería. Le han dado un puestecito vendiendo helados en Miraflores’, que era el barrio donde yo vivía.
De la cárcel corrí directo a esa heladería. Al entrar, vi a un hombre y supe que era él. Nunca en mi vida he visto una cara de estupefacción como la de ese señor cuando me le acerqué y le dije: ‘Mira, soy Mario Vargas Llosa. Hace dos años que no hago más que pensar en ti, imaginarte, investigar tu vida’. Abrió los ojos, mirándome como si estuviera loco, porque se veía que no creía nada de lo que le decía. Seguí explicándole. Le dije: ‘Mira, estoy escribiendo una novela basada en tu historia, en algo que yo creo que es tu historia, porque los informes que he podido encontrar son tan contradictorios que ya no sé cuál es tu historia. Y por eso me gustaría mucho que pudiéramos conversar’.
Al principio se mostró muy desconfiado. Era un hombre enfermo, vencido, derrotado por la vida. Entonces me dijo lo siguiente, que cuento en el último capítulo del libro: ‘Bueno —me dijo—, te voy a dar una noche y ya. Nada más. Y después no nos volveremos a ver. Nunca más. En esta noche te voy a contar todo lo que recuerdo’.
Lo invité a mi casa y nos quedamos hablando hasta el amanecer. Fue una conversación impresionante, que duró unas ocho horas, y de la que doy una versión literaria en el libro. Él me escribió el último capítulo. Yo pensaba concluir de una manera muy distinta, pero su brusca aparición me hizo cambiar completamente la novela. ¿Qué descubrí en esa conversación? Algo inusitado: que yo sabía más de la historia de Jauja que él. Para él, Jauja fue un episodio entre muchos —y no el más importante— de una vida larga y complicada”.
Fan de Cecilia Barraza
En más de una ocasión Vargas Llosa ha manifestado su admiración por la intérprete peruana Cecilia Barraza, la que ha sido atribuida también a dos protagonistas de sus novelas: a Ricardo Somocurcio, de Travesuras de la niña mala (2006)[xv], y a Felícito Yanaqué, de El héroe discreto (2013), novela donde la menciona trece veces. Si bien se conocían desde 1981, a propósito del programa La Torre de Babel, esta admiración fue recompensada en el 2006, cuando cumplió 70 años y en la celebración —realizada en la Huaca Pucllana— la artista le cantó tres temas: Todos vuelven, Cardo o ceniza y un tondero; también en la ceremonia final de la I Bienal Vargas Llosa, realizada en el Gran Teatro Nacional el 27 de marzo del 2014, en la que cantó Cardó o ceniza,El membrillito y el yaraví Silvia. Cecilia apeló en ambas presentaciones a espacios que recuerdan la niñez y juventud de Mario: Piura (tondero) y Arequipa (yaraví). Se sabe, además, que el próximo (y último) álbum de Cecilia Barraza —titulado Cecilia Barraza canta a Andrés Soto—estará acompañado por un texto del arequipeño, escrito antes de ganar el Premio Nobel.
[i] “El reposo imposible”. Entrevista realizada a Mario Vargas Llosa por Alfredo Barnechea, revista Caretas N° 518, Lima, 5 de mayo de 1977.
[ii] Ricardo A. Setti, Sobre la vida y la política: Diálogo con Vargas Llosa, Buenos Aires, Editorial Intermundo, 1989, p. 146.
[vi] Mario Vargas Llosa, “Vida y miserias de Elián”, El País, domingo 30 de abril del 2000. Columna disponible en: https://elpais.com/diario/2000/04/30/opinion/957045606_850215.html
[viii] Mario Vargas Llosa, “Crónica de Cuba (II). De sol a sol con Fidel Castro”, recogido en Sables y utopías. Visiones de América Latina, selección y prólogo de Carlos Granés, Lima, Aguilar, 2009, pp. 107-115. De aquella reunión sentenció: “Si de una cosa quedé absolutamente convencido en esa noche blanca, fue del amor de Fidel por su país y de la sinceridad de su convicción de estar actuando en beneficio de su pueblo” (p. 112); esto no le impidió esbozar críticas respecto a la libertad de prensa, el partido único y otros factores de la Revolución.
[ix] Ha rememorado en otras ocasiones dicho encuentro: en 1971 (el texto fue recogido en su libro Diccionario del amante de América Latina, Barcelona, Paidós, 2006, pp. 103-104); en 1986, en la citada entrevista realizada por Setti (pp. 144-145); y al año siguiente, en “El gigante y la historia”, escrito el 23 de julio de 1987 y reproducido en Contra viento y marea III, Lima, Peisa, 376-380.
[x] Carlos Eduardo Zavaleta, Autobiografía fugaz, Lima, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2000, p. 59.
[xii] Álvaro Vargas Llosa, El diablo en campaña, Madrid, El País/Aguilar, 1991, p. 13: “Este pedazo de historia puede empezar, para algunos, con la invitación que en las postrimerías de su Gobierno le hizo el presidente Belaunde a mi padre para que asumiera el cargo de primer ministro”.
[xiii] Carlos Zuzunaga Flórez, Vargas Llosa: El arte de perder una elección, Lima, Peisa, 1992, p. 19. La versión de Cruchaga fue recogida en entrevista personal realizada Zuzunaga en Lima, el 12 de junio de 1991.
[xiv] Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, Barcelona, Seix Barral, 1993, p. 42. Según Mario, Patricia le dijo: “¿Vas a dejar tus libros, la vida cómoda que ahora tienes, para hacer política en el Perú? ¿No sabes cómo te lo van a pagar? ¿Te has olvidado de Uchuraccay?”.
[xv] Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, Lima, Alfaguara, 2006: “El tío Ataúlfo advirtió mi nerviosismo, a pesar de que yo exageraba los esfuerzos por parecer normal, y acaso justamente por eso. Se limitó a preguntarme dos o tres veces si no me sentía bien, porque apenas probaba bocado y porque no acepté una invitación a salir a comer y a una peña criolla a escuchar a mi cantante preferida, Cecilia Barraza, que me hizo el amable Alberto Lamiel” (p. 325).
Continuamos en la búsqueda de ofertas y recomendaciones para aquellos lectores que van a la Feria del Libro de Lima.
Por Jaime Cabrera Junco
Me da gusto que de algo haya servido la crónica anterior, en cuanto a datos de recomendaciones y precios. El paseo de la semana pasada estuvo incompleto y en esta nueva visita pude concluir el recorrido. Con menos público, por ser día de semana, observé sin embargo que la FIL a pesar de todo es un lugar de encuentro entre autores, editores, gestores culturales. Muchos de ellos participan en presentaciones de unos y otros como en una misteriosa cofradía. Desde luego que en este mundo editorial y literario hay su lado B, pero felizmente lo veo de lejos y doy la vuelta.
Vamos nuevamente a las novedades. Este recorrido lo retomo en el stand de Estación La Cultura, que agrupa a los sellos Animal de Invierno y La Siniestra, este último dedicado a muy variados ensayos de ciencias sociales en temas de género, del llamado conflicto interno, entre otros. En Estación…ofrecen descuentos de 20% en todos sus títulos. Entre sus novedades destacan en la FIL, la reedición de la crónica Japón no da dos oportunidades, de Augusto Higa. Este ensayo en el que narra su experiencia como trabajador de fábricas japonesas es un parteaguas en su obra literaria. Se encuentra actualmente a S/.40 por feria. En el mismo stand encontramos obras del Nobel chino Mo Yan, quien también es uno de los invitados de la feria. Los precios superan los 100 soles. Además, hay dos libros recomendados editados por ALLCA y la Biblioteca Nacional del Perú: Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal; y una edición que reúne Los lanzallamas y Los siete locos, de Roberto Arlt, cada uno a S/.50.
Sobre el sector izquierdo de la rotonda central de la FIL encontramos los stands de las universidades. Allí hay textos especializados de acuerdo a cada rama de interés. Como esta página es de Humanidades priorizamos esa búsqueda para esta crónica. En el puesto de la Universidad del Pacífico, ofrecen descuentos del 20% en sus títulos, entre ellos su principal novedad, un interesante ensayo del historiador Carlos Aguirre sobre los centros penitenciarios. El libro Donde se amansan los guapos. Las cárceles de Lima 1850-1935, se consigue en feria a S/.48 (su precio original es de 60).
En el pabellón de la Universidad Ricardo Palma los descuentos son un tanto conservadores, pero no está de más compartir algunas novedades, entre ellas la edición facsimilar de Poemas humanos, de César Vallejo, a 40 soles. Además, ofrece el ensayo Lima. Narrativa, sociedad, espacio; de Roberto Reyes Tarazona, a S/.30. Quien quiera conseguir los magistrales relatos de Luis Loayza, aquí los puede encontrar a 40 soles, mientras que el libro que reúne sus ensayos está a 50.
En el stand de la UPC, hay algunos textos que pueden ser de interés, por ejemplo el guion de la película La última tarde, de Joel Calero, se consigue a 38 soles. Además, un perfil dedicado al periodista deportivo Emilio Laferranderie ‘El Veco’, de Alonso Cantuarias de las Casas, también a 38. En el puesto de la Universidad San Martín de Porres, como dato encontramos varios números de la revista literaria Martína 25 soles. Hay más puestos de universidades, pero como decía arriba, hay publicaciones de diversos campos.
En Librería Rocinante, comandada por el siempre sonriente Pedro Ponce, encontramos un espacio de libros de saldos que van desde los 5 hasta los 30 soles. Hay que bucear bien para hallar algo rescatable. Por allí encontré, por ejemplo, el libro de cuentos Punto de fuga, de Jeremías Gamboa, a S/.15. Los descuentos en otros títulos, como Anagrama, es de 10%.
En la zona posterior de la FIL se encuentra la zona de saldos de diversos sellos y librerías. Aquí es donde vuelan algunas publicaciones de las más interesantes. En los saldos de Crisol, hay descuentos del 50% en todos los libros y promociones de 3 libros por el precio de 2. En los saldos de la distribuidora Los Heraldos Negros, también hay descuentos de 50% en todos sus títulos. Lo que vi al vuelo no me jaló el ojo y en este recorrido contrarreloj no me detuve tanto a bucear.
En Planeta saldos hay promociones de libros a 19.90 y a 9.90 soles. Por ejemplo, libros como Pablo Escobar In fraganti, y el estupendo libro de relatos Caballos de medianoche, de Guillermo Niño de Guzmán, se consiguen a 19.90. Lo mismo que la novela Sustitución, de Jack Martínez Arias. En tanto a 9.90 soles, encontramos El fuego de las multitudes, de Alexis Iparraguirre; y Tsunami, de Ezio Neyra.
En la zona de saldos de Penguin Random House, hay algunos títulos muy interesantes también a 19.90. Por ejemplo, de Miguel Gutiérrez, se consigue Confesiones de Tamara Fiol. Al mismo precio está Austin, Texas. 1979, de Francisco Ángeles. Y uno título recomendado también es la antología de relatos sobre fútbol, Bien jugado, de Jorge Eslava, también a 19.90. Némesis, de Philip Roth, se consigue al mismo precio. En tanto, a 9.90 soles, se consigue algunas obras de Mario Vargas Llosa, entre ellas La orgía perpetua y Cartas a un joven novelista. Así también Siddharta, de Hermann Hesse, y País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez.
Ya volviendo sobre el sector derecho de la FIL –tomando como referencia el ingreso de la avenida Salaverry— encontramos diversos puestos de distribuidoras y ventas de libros de segundo uso. Hay que buscar allí con paciencia y con pinzas. Hay para todos los gustos. Otro de los stands que visitamos fue el de Panamericana, de allí recomendamos Mitos y leyendas del Perú, editado por Carlos Garayar y Jéssica Rodríguez. Este título ilustrado y de tapa dura se consigue a S/.45. Así también, El cadete Vargas Llosa, de Sergio Vilela, a S/.35.
En PEISA hay algunos descuentos a tomar en cuenta. Allí nos ofrecen combos de libros a 2 x S/.29. Una propuesta que les puedo hacer es, por ejemplo, llevarse La horda primitiva, de Pilar Dughi y El arco y la flecha, de Luis Urteaga Cabrera. En tanto, a 2 x 39 soles, encontramos Subidos de tono. Cuentos de amor (antología) y Biblia de Guarango, de Gregorio Martínez. A 2 x 20 soles armamos un pack con En busca de Aladino, de Oswaldo Reynoso, y El universo sagrado, de Luis Urteaga Cabrera. Además, encontramos allí la novela ganadora del Premio Nacional de Literatura 2017, Esta casa vacía, de Marco García Falcón, a 31 soles. En cuanto a novedades, Peisa tiene títulos como Perú: reflexiones sobre lo cotidiano y la historia, de Carmen McEvoy, a S/.52. La nueva novela de Luis Fernando Cueto, Balada para los arcángeles, a S/.59. Así también, el libro de relatos Algunos cuerpos celestes, de Augusto Effio, a S/.28.
En La Familia hay descuentos de 30% en títulos de Alianza Editorial, 20% en Cátedra. Hay títulos de Herman Hesse y Kafka. En el Fondo de Cultura Económica, encontramos a 15 soles Y la muerte no tendrá dominio, de Victoria Guerrero. Hay descuentos de 35% en casi todos sus títulos, esto de acuerdo a stock. De lo recomendado encontramos, por ejemplo, El libro salvaje, de Juan Villoro, a S/.22 menos el descuento del 35%. El mago de Viena, de Sergio Pitol, a S/.48 al que hay que aplicarle el 35% de descuento. Lo mismo con la Antología personal, de Ricardo Piglia, que cuesta 50 soles menos el 35%. Así también El arco y la lira, de Octavio Paz, que se encuentra a 42 soles menos el 35%.
En la distribuidora Lancom hay una mesa muy tentadora con descuentos de 30% en los sellos Cátedra y Alianza Editorial. Se consigue, por ejemplo, Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, a 66 soles (con el descuento). Hay también títulos de Kafka, Hesse, entre otros autores. En los demás libros ofrecen descuentos de 10%.
En el stand de Caja Negra, encontramos Cuadernos de guerra, del gran poeta chileno Raúl Zurita, a 30 soles. De Enrique Verástegui, el legendario poemario En los extramuros del mundo, también a 30 soles. Como novedades ofrecen el libro de relatos Señorita, ¿quiere ser mi esposa?, de Esther Vargas, y Claro que no da lo mismo, del cantautor Alberto Plaza.
En Borrador Editores, se ofrece el libro de relatos Playas, de Carlos Calderón Fajardo, a 35 soles. Fuera de lugar, de Pablo Brescia, a 25 soles, lo mismo que El vuelo nocturno de las gallinas, de Leila Guenther.
En SBS ofrecen descuentos de 3 por 2 en diversos títulos. Y finalmente, en el Fondo Editorial de la Universidad Católica encontramos algunos títulos de interés como La comedia literaria. Memoria global de la literatura latinoamericana, del crítico Julio Ortega. Este interesante libro se consigue a 50 soles. Además, otro recomendado es la antología crítica y comentada titulada Poetas peruanos del siglo XX, de Víctor Vich, a 28 soles. El libro de ensayos Ese gol existe. Una mirada al Perú a través del fútbol, de Aldo Panfichi, se consigue a 44 soles. Y otra de las novedades de interés es el ensayo La comprensión del otro. Explicación, interpretación y racionalidad, de Pablo Quintanilla, que también cuesta S/.50.
Así concluimos este segundo recorrido por la feria. Servido y que encuentren los libros a su medida.
Compartimos algunas impresiones de la edición número 24 de la FIL que se realizó entre el 19 de julio y el 4 de agosto últimos en el parque de Los Próceres.
Por Jaime Cabrera Junco
Me preguntan qué me pareció la FIL de este año, cuál es mi balance. Creo que sería mezquino restarle méritos a la feria, pues es la actividad cultural más importante del país, sobre todo en cuanto a convocatoria de público. Según el reporte final de la Cámara Peruana del Libro, este año asistieron 586,900 personas, lo cual representa un 4% más que en 2018. Por ejemplo, en la última edición de la feria gastronómica Mistura –realizada en 2017–, asistieron 302,139 visitantes. Es, entonces, la actividad que convoca más gente en el país, y se ha ido posicionando cada año a pesar de las críticas surgidas en 2016 cuando el precio de la entrada subió de 5 a 7 soles. Una de las maneras de contrarrestar los reproches fue apostar por traer invitados destacados, siguiendo la estela del Hay Festival. Así, vinieron escritores como Richard Ford, Jonathan Franzen, Jean-Marie Gustave Le Clézio, como este año fue el caso del propio Mario Vargas Llosa –a quien le dedicaron la feria–, y el Nobel chino Mo Yan. Por otro lado, también ha habido mejoras en el acondicionamiento de los auditorios, la distribución de los espacios e, incluso, en los servicios higiénicos.
¿Qué le falta a la FIL? Considero que podría afinarse la conformación de las mesas en lo temático y en cuanto a sus integrantes, para así sacarle mucho más provecho a los invitados internacionales. Pienso en que hubiera sido estupendo un diálogo entre Vargas Llosa y su biógrafo Gerald Martin. O que el escritor arequipeño hubiera podido confrontar sus ideas liberales con el sociólogo Nelson Manrique. (Dirán que MVLL no habría aceptado, pero podría haberse mejorado aquella mesa entre liberales como Carlos Alberto Montaner, quien decía amén a todo lo que afirmaba el novelista). O en todo caso, a propósito de los 50 años de Conversación en La Catedral podría haberse confrontado con el propio Vargas Llosa la pregunta de Zavalita “¿en qué momento se había jodido el Perú?” con el país de hoy, con miras al bicentenario. A la FIL le falta ser un poco más ‘Hay’, es decir, fomentar más el debate, darle una unidad temática a la programación para que los invitados tengan claro lo que hablarán en los 45 minutos que a veces resultan menos por alguna demora. En cuanto a lo positivo, destaco la dinámica en mesas como “Mi escritor o escritora favorito”, donde el testimonio de los participantes como lectores resultó motivador. Todo es perfectible por supuesto, y lo que buscamos es que la feria se atractiva también por los temas que aborda para no depender únicamente de los nombres de los invitados.
He visto las críticas furibundas en las redes porque entre los libros más vendidos están títulos como Yo soy tu padre, del presentador de televisión Ricardo Morán, o uno del youtuber peruano Andynsane. Si bien en lo literario lidera el ranking Renato Cisneros con Algún día te mostraré el desierto, es cierto también que las ventas no tienen necesariamente un correlato con la calidad de las obras. En realidad reflejan la popularidad de los autores como gancho comercial para vender más libros. “Ojalá leamos todo lo que hemos comprado”, dijo sabiamente el tuitero @cuerpoatierra, esto a propósito del reporte sobre los 20 millones de soles en ventas de libros en la FIL de este año. Definitivamente lo más importante es que leamos y no solo seamos compradores snobs. Es importante que saltemos de un libro a otro, que leer se vuelva necesario y no solo la acumulación para vanagloriarnos de una biblioteca ‘virgen’. También de los lectores depende que nuestras exigencias atraigan a más autores importantes a la feria.
Como punto aparte quisiera mencionar la presencia del stand de La Independiente, que permitió la exhibición de obras de sellos alternativos al mercado comercial y gracias a cuyos riesgos editoriales muchos de sus autores publican hoy en transnacionales. Además, sirvió de vitrina para conocer editoriales de otras ciudades del país.
El próximo año habrá nuevamente un país invitado y será Portugal. “Pero ya murió Saramago”, comentaba un tuitero al conocer la noticia. Es cierto, pero hay otros nombres de la literatura portuguesa actual que son de mucho interés: Antonio Lobo Antunes, José Luis Peixoto, Gonçalo Tavares, Lídia Jorge y Ana Luisa Amaral. Sería interesante que todos ellos vinieran. Además, podría ser una oportunidad para revisar la tradición literaria de ese país y acercar a nuevos lectores a las obras de Saramago y del gran Fernando Pessoa. Ojalá que la del 2020 sea una buena #ExperienciaFIL.
Compartimos la lectura del escritor peruano Paul Baudry sobre el libro de no ficción Guerras del interior, del periodista Joseph Zárate.
Por Paul Baudry
Guerras del interior (Debate, 2019) de Joseph Zárate, ganador del Premio García Márquez 2018 en la categoría Texto, es un alegato a favor de la vida digna dentro los conflictos que nacen de la explotación inescrupulosa de nuestros recursos. Vivir dignamente empieza por poder definir lo que uno requiere tanto para sus necesidades como para sus aspiraciones sin que alguien —una minera, un ejército de expertos o el ministro de economía de turno— venga a decirnos lo que eso significa. Por ello, la primera lucha que narran estas crónicas de urgente lectura es la de las peruanas y peruanos que bregan por conservar su libertad de criterio y de existencia en sus propios términos. Sin miserabilismos.
Este libro sobre los ecocidios más nefastos que ha padecido el Perú del siglo XXI se estructura alrededor de tres capítulos —“Madera”, “Oro”, “Petróleo”— que, con una sobriedad elocuente, anuncian lo que codician aquellos que pretenden (re)definir la dignidad ajena. El brillo de estas palabras, que encegueciera tanto a Pizarro como a Roque Benavides, es engañoso. Si bien ilumina la mirada del neoliberalismo más radical, también dibuja las sombras de lo que se está dispuesto a pagar (o a hacer pagar) con tal de salir de la pobreza o añadirle un enésimo cero a una cuenta bancaria.
Por denunciar la tala ilegal de madera en Pucallpa, el cuerpo de Edwin Chota termina sumergido en un costal. Por defender la laguna donde beben sus animales, Máxima Acuña es despertada a palazos por un vigilante de Yanacocha. Por limpiar un derrame petrolero, Osman Cuñachí, niño awajún de doce años, termina cubierto de una materia viscosa que intenta quitarse con gasolina. Son, todos, víctimas de lo que abundaba a su alrededor, elementos transformados en bienes que justifican asesinatos, extorsiones, coimas, difamaciones. Estos textos lo dejan claro. En el Perú se paga caro por definir lo que uno considera esencial para su dignidad.
Guerras del interior informa, entretiene e indigna. El éxito de este triple objetivo depende en gran medida de la técnica de Zárate: la exposición de una data de primera mano, que ha recogido a lo largo de sus viajes y de sus lecturas, combinada con un manejo del suspense por goteo. No se trata de artículos universitarios —las notas a pie de página son sustanciales pero se limitan a lo necesario—, ni de panfletos unidimensionales contra el progreso. Son crónicas literarias, de estilo directo y asequible, sobre la depredación, la vileza y el abandono.
El testimonio de los informantes que conocieron a los activistas y anónimos perjudicados es presentado sin edulcorantes o lacrimógenos que podrían connotar las intenciones del autor. Zárate no manipula. Lo demuestran las observaciones sobre los beneficios del “progreso” y cuán necesarios son para una vida con carreteras asfaltadas, vitaminas en cápsulas o medias de nailon. Sin embargo, la propuesta tampoco cae en un ilusorio objetivismo. La sensibilidad social del cronista, que coexiste con la del ciudadano, fertiliza el relato. Lo humaniza.
Reportajes emocionantes pero sobre todo emocionados, Guerras del interior es un llamado a la empatía dentro de un país socialmente fracturado y de una ecología global en crisis.
Una conversación con Alberto Rincón Effio, editor del libro Crímenes en Lima, quien nos habla sobre el origen de este proyecto que reúne ocho textos sobre sonados casos de la crónica policial.
Por Ricardo Flores Sarmiento
Vivimos en una sociedad violenta y esta inquietante situación es retratada en las crónicas de Crímenes en Lima, reciente publicación del sello Melquíades de la Librería Crisol. El libro se detiene en ocho casos de asesinatos que impactaron como noticia. Algunos muy mediáticos y otros pocos conocidos, pero relevantes en su momento. La publicación ahonda y hurga en la violencia en la que estamos rodeados y que tal vez por la cotidianidad con la que ocurre la hemos normalizado.
En estas páginas, Gabriela Wiener escribe sobre el asesinato de Eyvi Ágreda; Luis Jochamowitz sobre la muerte de la familia Paredes; Carlos Enrique Freyre acerca del caso de Alicia Delgado; Carlos Paredes sigue el caso de la familia Tozzini Bertello; Alejandro Neyra escribe sobre el asesinato del diplomático Jorge MacLean Estenós; Ricardo León recorre la ruta del asesinato masivo en Los Olivos; Dany Salvatierra sigue el caso de una joven que vivió con el cadáver de su madre; y María Luisa del Río escribe sobre Myriam Fefer y su muerte, la cual nunca parece cerrase.
«La realidad peruana es una novela negra a tiempo completo», dice Fernando Ampuero, uno de los autores peruanos con mayor producción de este género. En las páginas de Crímenes en Lima podemos comprobar esta afirmación.
¿Cómo nació Crímenes en Lima? ¿Cuál fue su origen?
El origen del libro es el de contar, recopilar, algunas de las historias que se ven todos los días en la televisión de todo el mundo como son los asesinatos, y conversar a partir de ellos sobre qué nos pasa en Lima, por qué hemos comenzado a tomar casi como una normalidad que nos matemos entre nosotros de esa forma, y cómo la evolución de este fenómeno ha ido incluso invisibilizándose, convirtiéndose un suceso diario que casi no vemos y de ahí viene la idea de recopilar ocho historias contadas por cronistas. Cada uno tuvo la facilidad de encontrar el tema que quería contar y de ahí nace el libro Crímenes en Lima.
¿Cómo se seleccionaron estos ocho casos?
Lo primero que hice en particular fue hablar con varios autores, casi el doble (de los publicados). Algunos tenían textos ya escritos, algunos tenían inquietud por algunos temas, el caso de Alejandro (Neyra), él ya tenía un texto en borrador porque ese tema en particular toca un aspecto que él conoce muy bien como es el asunto entre diplomáticos. El asesinato de MacLean es un asesinato que ocurre en los años cincuenta, bueno Alejandro había hecho una pesquisa sobre eso, porque su papá que también fue diplomático, era amigo de MacLean o fue contemporáneo de él. Jochamowitz, en cambio, tenía ya el texto de los Paredes y había publicado un extracto en El Comercio. Igual María Luisa que tenía ya un texto en borrador sobre Eva Bracamonte. Eva es su amiga. Igual con Danny Salvatierra que tenía algunos recortes sobre la muerte de esta señora Niño de Guzmán. Y así fue que conversé con todos estos autores. Ellos han sido los que de alguna forma confirmaban o rechazaban el trabajo, porque ya tenían algo por trabajar o si estaban de acuerdo con escribir textos de este estilo. Y así se formó el libro.
Y aparte de estos ocho casos, ¿se quedaron algunos fuera? ¿Hay alguna idea para hacer una segunda parte y tal vez con una mirada hacia el interior del país?
Sí, creo que (esta publicación) es quizás el abreboca de todo un tipo de libros que deberíamos empezar a trabajar en general. Libros sobre lo cotidiano, porque pasa muchas veces, el ser humano tiende a normalizar todo, quizás porque no podría sobrevivir, si nos martirizaran todas las muertes, si nos afectara personalmente cada vez que prendemos la televisión y nos encontramos un asesinato. Quizás no podríamos seguir con nuestra conciencia tranquila de alguna forma. (Crímenes en Lima) es un trabajo que debería tener una segunda parte con quizás ciudades convulsas como Trujillo, como la selva, que pasan muchísimos de estos temas y casi no los tocamos. Es una buena oportunidad para hacer ese trabajo.
¿Por qué crees que no ha habido el interés en los escritores de llevar los crímenes a la no ficción, pese a que diariamente se ven estos casos?
Pueden ser dos fenómenos. El primero porque son muy recurrentes, uno ocurre tras de otro, uno es más espeluznante que el anterior, no hay un momento quizás para cogerlos y para tratarlo con la atención. Y otro tema es que quizás no le encuentran una novedad, quizás no le encuentren un interés literario a contar un hecho cruel, porque pasa frente a la casa de todos nosotros, pasa muy cerca, lo más normal es que cualquiera se de media vuelta y mire hacia otros temas más cómodos.
Sin embargo, en la televisión si han habido programas como Detrás del Crimen o Historias detrás de la muerte que han tenido veinte episodios, treinta capítulos sobre casos emblemáticos como el caso del (poeta José Santos) Chocano, ¿crees que estos casos son más sensibles para la televisión o también se pueden trabajar en la literatura?
La literatura es una plataforma perfecta para este tipo de casos. Lo que creo es que la televisión es más efectista. En la televisión, tú puedes mostrar el muerto, puedes preguntarle a la víctima y eso obviamente eso gana a veces. La única forma que tiene la literatura para defenderse de los medios hoy día como la televisión es la calidad, la calidad de autores como los que hay en este libro (Crímenes en Lima), que de alguna forma se plantan frente a esta casi decidía de no tocar en un libro temas tan sensibles y tan finos de tratar.
En el mundo hay una tendencia hacia el True crime, donde se tocan casos (reales). Michelle McNamara publicó El asesino sin rostro, que fue su best seller, pero aquí en Perú hay muy pocos libros así como El caso Banchero, que se acaba de reeditar, La medianoche del japonés de Jorge Salazar; la crónicas El descuartizador del hotel Comercio de Luis Jochamowitz; El caso Poggi también de Jorge Salazar. ¿Tú crees que el periodismo de investigación no ha llegado a ese nivel tan profundo o sí, pero no se ha publicado?
Creo que ha muerto en el intento. Sí han habido muchos intentos por llegar a crear literatura, por hacer literatura de eso, pero nos ha ganado la novedad, han dejado de ser novedosos los crímenes porque ocurren uno detrás de otro, pero lamentablemente tenemos el material para escribirlo y la calidad de autores para tratarlo. Lo que no debe dejar un periódico es que se muera un caso por el simple hecho de que ya no es novedad o que ya no vale la pena revisarse o quizás porque ya perdió cierto auspicio de la gente. (Crímenes en Lima) es una forma de reconocer que sí se pueden hacer trabajos con buen estilo y calidad sobre estos temas.
LOS CINCO FAVORITOS DE ALBERTO RINCÓN EFFIO
1. Operación Masacre, de Rodolfo Walsh.
2. Plano Americano, de Leila Guerriero.
3. ¿Quién mató a Rosendo?, de Rodolfo Walsh.
4. Hambre, de Martín Caparrós
5. El ladrón de orquídeas, de Susan Orlean
Les compartimos la siguiente lectura de la más reciente novela del escritor Ulises Gutiérrez Llantoy, la cual retrata la historia de un singular personaje que se enfrenta a un medio hostil.
Por Félix Terrones
Poco a poco, la literatura de Ulises Gutiérrez Llantoy (Huancavelica, 1969) se ha ido afirmando. Desde luego, hablo a partir de la perspectiva de sus lectores, quienes, con cada nueva entrega, descubren un autor que, a la vez de confirmar su talento, explora nuevos registros y géneros, aunque con la misma desenvoltura de siempre. No obstante, cuando digo que se ha ido afirmando me refiero, antes que nada, a la manera en que los temas anunciados en su primer libro de cuentosThe Cure en Huancayo(Bisagra, 2008) han ido ganando en complejidad y alcances. Con su segunda y última novela Cementerio de barcos (Planeta, 2019), Ulises Gutiérrez Llantoy desarrolla a escala global, bajo la forma de un fresco generacional, temáticas como los descalces culturales, los exilios y migraciones, los desencuentros amorosos, la memoria y el olvido en sociedades transidas de violencia e injusticia. Al hacerlo, por otro lado, se consolida como uno de los autores referentes en la escena latinoamericana.
Cementerio de barcos cuenta la historia de Elmer Ccasani, un joven huérfano que decide viajar hasta la ciudad capital, donde viven un tío lejano y un sacerdote italiano que conoció años atrás. Como muchos otros migrantes, en Lima conocerá una urbe fracturada, donde impera la violencia, junto con la falta de medios, cierta forma de determinismo social en la que el pobre enfrenta su situación con fatalidad. No obstante, desde un inicio, Elmer se revela como un individuo fuera de serie. Así, además de interesarse en los idiomas (aprende portugués, italiano, inglés y francés, los cuales se suman al quechua y el español), gana concursos escolares de ciencias. Gracias a ellos, podrá inscribirse en la universidad durante la década de los ochenta y noventa. En otras palabras, a lo largo del periodo que enfrentó la violencia del terrorismo contra la del Estado. Cada vez más sensible a dicha violencia, Elmer sobrevive como puede y lo hace gracias a la literatura, los libros que lee y los poemas que escribe y declama en conciertos. Hasta que un buen día decide, por fin, soltar amarras, dejar a los amigos y partir rumbo a ninguna parte, recorrer el mundo en un periplo cuyo desarrollo es el gran cráter del libro. De lo rural a lo urbano, de lo local a lo global: el destino del protagonista lo lleva constantemente a expandir las fronteras de su experiencia. No sin consecuencias, pues se trata de un aprendizaje doloroso que lo obligará constantemente a renunciar a sus afectos.
Sin embargo, como si fuera la contraparte de dicha renuncia, Elmer Ccasani también asume numerosas identidades: desde el niño Elmeracha, hasta el libio Ehmed, pasando por el Cuervo y el Gato, solo por dar cuenta de algunas. Pareciera que en la multitud de nombres y apelaciones del protagonista se manifestara una voluntad por no ser un individuo estable, sino por ser una personalidad que, en su riqueza, siempre avanzara hacia delante. Por más complicada que sea su situación, Elmer parece movido por una fuerza y una voluntad indesmayables que lo llevan directo al cadalso. En esto se parece a otros personajes novelescos; en particular los decimonónicos franceses, individuos llenos de misterios que viajan directo allí donde les llevará su deseo de revancha, cada una de sus pasiones y renuncias, sin olvidar el orgullo y la vocación de un absoluto tan anhelado como imposible. En un periodo como el actual en el que muchos los protagonistas novelescosson gente depresiva (síntoma del neoliberalismo), aquejada de un malestar indefinido, sumida en sus pequeños conflictos burgueses, un personaje como el propuesto por Ulises Gutiérrez se delinea de mejor modo y, en ese sentido, acaso genere mayor empatía. Desde luego, esto no solamente se debe a su carácter o personalidad, sino también a cuánto de político hay en él.
Poco importa si en algún pasaje de la novela Elmer se declare a sí mismo como poco o nada político. Durante sus estudios universitarios, manifiesta una actitud crítica frente a los simpatizantes guerrilleros o terroristas. Así, mediante discusiones y polémicas con ellos, revela la doble moral que los anima, lo vacuo de sus proclamas y diatribas, la manera perniciosa que utilizan para traficar con el lenguaje. Ulises Gutiérrez Llantoy ha representado con sobriedad y precisión lo que fue el ambiente político de ese periodo al cual muchos de nosotros hemos sobrevivido. El fanatismo, la pérdida de valores, junto con un cinismo recalcitrante están ahí en las páginas del libro tal y como muchos los llegamos a padecer. Y se encuentran ahí sobre todo para marcar de mejor manera el contraste: ese lenguaje convertido en discurso vacío es contrapuesto con la vocación literaria, poética de Elmer Ccasani. Así, la literatura impregna el destino del personaje y con él la novela entera, ella se convierte en la tabla de salvación de un naufragio que es individual, generacional e incluso de la nación entera. Si, por culpa de la demagogia, la política ha caído en un pozo sin salida posible, no ocurre lo mismo con la poesía. Esta asciende para guiar los actos de Elmer, iluminarlos, darles esa trascendencia imposible de encontrar en otra actividad.
Las grandes influencias en Cementerios de barcos son Mario Vargas Llosa y Roberto Bolaño (de hecho, este último es citado en el epígrafe de la novela). Del autor peruano, Gutiérrez Llantoy recupera un relato episódico anclado en la figura de un solo personaje, a la manera de Historia de Mayta (1984). Si en la novela de Vargas Llosa, los personajes recuerdan a Alejandro Mayta —sucediendo sus voces para que los testimonios complejicen el recuerdo— en la de Gutiérrez Llantoy ocurre otro tanto. Tal vez, en ese sentido, eché de menos que se recurra a diversas perspectivas sin que las contradicciones y los conflictos en el personaje sean acentuados. En Cementerios de barcos todos los testimonios apuntan a la excepcionalidad del individuo en una voluntad que, sin llegar a ser abiertamente hagiográfica, podría rozarla peligrosamente. Desde luego, se trata de dar forma a un personaje coherente, sin embargo, considero que eso no quiere decir necesariamente que haya debido ser monolítico.
La presencia del autor chileno es más bien temática, aunque a la vez sea ética. Tal y como ocurre en novelas como Los detectives salvajes (1998) o 2666(2004), en particular esta última, se explota la temática de la trashumancia; en otras palabras, recorrer el mundo en búsqueda de algo, una especie de redención, aunque sea imposible encontrarlo. Ese algo es la literatura, junto con sus pliegues éticos, encarnada en figuras como Cesárea Tinajero o Benno von Archimboldi. En el caso de Cementerio de barcos no existe, en principio, personaje similar, aunque Elmer Ccasani cumple el rol de buscador de quimeras, a la manera de Arturo Belano, sujeto transido de una carencia imposible de colmar. Digo en principio porque ¿no puede considerarse la búsqueda de sus huellas por África, efectuada por el narrador, un sucedáneo de las errancias de von Archimboldi por México? ¿No encontramos una vez más en Elmer Ccasani la imagen del personaje-escritor en la línea de Rimbaud, Artaud, Malcolm Lowry y otros, desesperados por una tierra incógnita donde coincidan la muerte y el deseo literario?
Como es evidente, decir influencia no significa un ascendiente del cual el autor no se haya desmarcado. Nada sería más injusto. Por el contrario, Ulises Gutiérrez Llantoy ha dado forma a un estilo personal que en términos de lenguaje se manifiesta mediante una expresión clara, concisa, que no evita ciertos lirismos, sin caer en truculencias o sensiblerías. Casi siempre muestra una dicción equilibrada, sin florituras, en la que los adjetivos no chirrían y todo está al servicio de una intriga que avanza sin descanso. Por otro lado, no olvidemos la vocación del autor por siempre dejar hablar a sus personajes. En esto, Gutiérrez Llantoy muestra un singular virtuosismo: ya sea una francesa que ha vivido décadas en Los Olivos, un sacerdote italiano de servicio en la Cordillera de los Andes, los jóvenes rebeldes de la Lima underground, o los pobladores quechuahablantes que se expresan en castellano, todos tienen una voz propia, reconocible y, desde luego, verosímil.
Hablar del lenguaje nos lleva, naturalmente, a detenernos en la estructura de la novela, la forma que esta adquiere para darle mejor volumen a la historia. Si en Ojos de pez abisal (Bisagra, 2011), Ulises Gutiérrez Llantoy nos había mostrado su interés por elaborar una intriga sustentada en tiempos y espacios que se alternaban (entre el pasado remoto y el presente, entre Japón y Perú), otro tanto ocurre en Cementerio de barcos (América latina y Europa) solo que esta vez la narración se apoya más en las voces de los personajes. El diálogo que abre la novela, entre dos peruanos que se frecuentaron en Lima y conocieron a Elmer Cccasani, es la coartada para inaugurar un andamiaje verbal en el que las voces parecen sucederse sin concierto. Lo cual, muy pronto, una vez que el dispositivo narrativo se ha clarificado, se revela como una falsa impresión pues el vértigo de las voces sigue de manera casi lineal la evolución, la trayectoria de Elmer Ccasani. A la vez, es necesario subrayar que la división en dos partes obedece a una voluntad que se revela poco a poco: si la primera parte cuenta el periplo del Gato en la Lima ochentera y noventera, la segunda está más bien dedicada a su trayectoria entre África y las costas europeas. Así se establece un juego de espejos entre una y otra parte que a la vez es un progresivo y elocuente sorteo de fronteras.
Y vaya que hay fronteras en la novela. Cuando pienso en las fronteras nacionales, no puedo dejar de pensar en la literatura decimonónica latinoamericana. En ella, la figura del huérfano indígena y la manera en que éste es adscrito a la familia-nación fue una de las inquietudes esenciales. Pensemos, por dar un ejemplo de sobra conocido, en Aves sin nido (1889), de Clorinda Matto de Turner. En Cementerios de barcos advertimos que Elmer Ccasani, incapaz de poder recuperar su familia, obligado a recomponer su situación con amistades y amores intensos, aunque efímeros, decide atravesar las fronteras, huir hacia delante en una pesquisa poética que es pasión y también salto al vacío. De esta manera, con la mediación de más de un siglo, descubrimos que se plantea un diálogo ficcional —voluntario o no, poco importa— donde el Estado-Nación deja su lugar a una globalización en la que circulan mercancías (el petróleo, sobre todo), pero donde también mueren millares de ciudadanos sin patria (en medio del mar). Mientras que unos pueden dedicarse al turismo, los viajes de negocios y placer, junto con todas las actividades posibles alrededor del mundo gracias al poder adquisitivo, otros se resignan a perder la vida en embarcaciones precarias por culpa de la pobreza, las guerras y el hambre, sin olvidar la hipocresía de las naciones occidentales. En medio de esta desolación, la literatura adquiere un valor más humano pues es la única, a diferencia de los medios de comunicación, los registros policiales y hospitalarios, que puede transmitir el drama de tantos migrantes sin familia.
Hacía mucho tiempo que no leía una novela peruana en la que se mezcla con tanta pericia narrativa, una facilidad para relatar historias y una extraordinaria manera de darle forma a los sentimientos. En su libro de ensayos y crónicas Valses, rajes y cortejos (Peisa, 2005), Alonso Cueto escribe lo siguiente: “Todo lector, al empezar un libro, lleva un detector de mentiras incorporado. Refinado por años de lectura y por alguna experiencia de vida, el detector nos permite decir si lo que estamos leyendo es verdadero”. Después, Alonso Cueto detalla qué entiende como tal verdad: “Nos dice, en otras palabras, si el libro que leemos responde a una necesidad profunda del escritor, si sus palabras reflejan un impulso esencial, si hay en ellas el latido de una emoción personal”. La lectura de Cementerio de barcos me suscitó muchas emociones encontradas. Quizá la más definida fue la melancolía por el destino del Gato Ccasani y con él el de tantos poetas anónimos. Como si ya no hubiera más lugar para la poesía en un mundo donde las fronteras ya no existen como consecuencia no tanto de la libertad como por culpa de la acentuación de la pobreza. No obstante, hay una instancia de redención en la novela y en ella en la literatura. El personaje de Emilia decide contar a su hijo la vida de su amigo fallecido; el narrador decide investigar qué fue del Gato Ccasani para contarlo a los otros. Mientras exista literatura, mientras todavía se pueda contar el destino de los demás, quienes se amó, habrá manera de hacerle frente a las catástrofes.
Presentamos el siguiente comentario sobre el libro escrito a seis manos por Paul Baudry, Luis Hernán Castañeda y Félix Terrones, quienes reconstruyeron los viajes realizados por José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro a este pueblo de la provincia limeña de Canta.
Por Jorge Cuba Luque*
“Para qué hacerlo fácil, si podemos hacerlo complicado”, bien pudieron haberse dicho Paul Baudry, Luis Hernán Castañeda y Félix Terrones, jóvenes escritores peruanos, al emprender un proyecto creativo poco usual: recrear en un texto a seis manos el viaje que hicieron al pueblo de Obrajillo José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro, cada uno por su lado y a varios años de intervalo. ¿Por qué tal empresa? Los autores mismos lo dicen al final del libro: el objetivo fue trabajar en torno al lugar visitado tanto por Arguedas como Ribeyro, y que la idea y su ejecución surge en Obrajillo mismo. Y cuentan también la modalidad de trabajo era que cada uno escribía individualmente de nueve de la mañana a seis de la tarde, con una pausa para almorzar, y, al final de la jornada, los tres se reunían “para compartir sus avances y corregir sus páginas”.
Si hay que reconocerle un primer mérito a Cuadernos de Obrajillo, este es sin duda su duda su originalidad ya que por primera vez, surge en la narrativa peruana una ficción directamente elaborada a partir del relato de un viaje, de dos viajes en este caso: el evocado por Arguedas en El zorro de arriba, el zorro de abajo, sobre su estadía en 1968, y el del breve paso de Ribeyro en 1968, junto a un grupo de amigos, anotado en La tentación del fracaso, en 1983. El otro mérito es el del anonimato de la individualidad de la redacción, pues los autores no precisan quién escribió qué, la que no atenta contra la fluidez del texto.
Compuesto de tres partes, Cuadernos de Obrajillo consagra la primera de ellas a la estadía de Arguedas en Obrajillo, solo y tentado ya por el suicidio. La escritura tiene el tono y estilo del autor de Agua, y, como en El zorro…, la forma de un diario. Suerte de pastiche, en esta primera parte logra reproducir sin afectación ni excesos la interioridad de Arguedas, quien a pesar de su impotencia ante la vida, la misma que lo llevaría al suicidio un año más tarde, puede aún permitirse algunas “pequeñas alegrías” como llamar con nombres de escritores que admira a unos perros, o evocar sus encuentros sexuales con una afroperuana humilde, que no solo le dio placer sino también vitalidad. El Arguedas que Baudry, Castañeda y Terrones, ese Arguedas que en Cuadernos de Obrajillose pasea como alma en pena en un pueblo pobre y triste, es una estampa de un escritor atormentado, elaborada con fineza y autenticidad. Haciendo un contrapeso, la segunda parte, dedicada a Ribeyro en Obrajillo, bajo la forma de un relato, una ficción a partir de las anotaciones tomadas de La tentación del fracaso, sobre el breve paso de Ribeyro por el pueblo, y las situaciones que vivió junto a sus acompañantes. Pero este “cuento” no es gratuito, y se alude más de una vez a la experiencia de Arguedas en aquel lugar.
Divertimento, pastiche, ejercicio literario o como se quiera llamarlo, Cuadernos de Obrajillo es un trabajo de calidad, tanto por su escritura como por su indagación: ¿hasta qué punto el recuerdo de una estadía más o menos corta puede anclarse en un escritor? ¿qué queda en un lugar el paso de un escritor? Los miembros de este trío de autores no son advenedizos de la literatura: Paul Baudry es un serio académico e investigador de la obra de Ribeyro, Luis Hernán Castañeda y Félix Terrones tienen ya en su haber novelas de factura saludada encomiablemente por críticos y lectores, y este libro muestra ese bagaje, al haber recreado no solo las voces de Arguedas y de Ribeyro, sino por también al haber recreado Obrajillo pues, como expresan en la tercera parte: “Obrajillo nunca existió. Toca, por eso, inventarlo”.
* Jorge Cuba Luque (Lima, 1960). Estudió Derecho en la Universidad de San Marcos, donde se graduó de abogado en 1988. En 2004 obtuvo en la Universidad de Toulouse-Le Mirail un doctorado en Estudios sobre América Latina tras sustentar su tesis La presse de Lima et la littérature urbaine au Pérou. 1948-1955. Ha publicado los libros de cuentos Colmena 624 (1995) y Ladrón de libros (2002); los breves recuerdos Yo me acuerdo (2008), a la manera de Georges Perec; la novela Tres cosas hay en la vida (2010). Además, del libro de perfiles Mundiales y destinos (2018).
Compartimos el siguiente comentario de la novela “Mundo invisible”, del escritor Juan Carlos Galdo, quien nos presenta la historia de un hombre que deja una vida convencional para trasladarse a Madre de Dios.
Por Félix Terrones
El punto de partida de Mundo invisible (PEISA, 2019) es harto conocido en literatura. Se trata del desplazamiento, la llegada a un espacio desconocido y misterioso, tal vez por eso incitador. Pienso en novelas como Las penas del joven Werther de Goethe (1774) o El castillo (1926) de Franz Kafka; más recientemente, recuerdo el caso La modificación (1957) de Michel Butor y, desde luego, La guerra del fin del mundo (1981), de Mario Vargas Llosa, en la que el misterio de la llegada también es el del personaje. Al margen de que nos encontremos frente a uno de los grandes tópicos de apertura, es conveniente subrayar que poco importa si se trata de ficciones en primera persona o no, de corte realista o más bien fantástico, cuando lo valioso es hacer coincidir el comienzo del periplo personaje con el del lector. En el caso de Mundo invisible, lector y personaje, descubren un espacio singular en nuestra cartografía nacional y literaria, un lugar donde se conjuga una profusión de significantes con un vacío de sentidos: la selva peruana limítrofe con Brasil.
El personaje que explora el espacio forestal es el protagonista, llamado Iván Torres, un sujeto del que apenas se conoce nada cuando llega a la selva, ese “manto húmedo, denso, vegetal” (p.7). Poco a poco, Torres irá pasando de la exploración y el reconocimiento a algo parecido a la costumbre en sus frecuentaciones y actividades. Eso sí, siempre se mostrará agitado por el afán de descubrimiento, junto con la necesidad de entender, pese a que el lugar y la sociedad en las que va penetrando se le revelen cada vez más incognoscibles. Para ayudarlo en este sentido, aparecen en su camino personajes como la prostituta Nati, la periodista Mabel Huisa, el religioso Pío y tantos otros que le van permitiendo un mejor —aunque siempre incompleto— conocimiento de la selva. Lo valioso es acentuar una experiencia que, por múltiple y contradictoria, manifiesta la complejidad de la sociedad forestal, un espacio donde parece conjugarse la utopía con el apocalipsis. En este elemento, Galdo se apoya en lo propio de la ficción, esa posibilidad de acercarse a la realidad de manera diversa, heterogénea, nunca dogmática. Poco a poco, a lo largo de las páginas va cristalizando cierta forma de diversidad apoyada antes que nada en los múltiples puntos de vista. Pienso en particular en un personaje como el Padre Arriaga, una mezcla singular de cruzado, con profeta y loco, acaso uno de los más oscuros y entrañables de la novela.
La narración de Juan Carlos Galdo avanza de manera lineal, siempre atenta a la experiencia y los encuentros que Iván Torres efectúa en su trayecto. Poco a poco, el narrador en tercera persona permite conocer el pasado de dicho personaje, su matrimonio fallido, esa especie de cinismo sin esperanzas en el que ha caído, la necesidad no confesada de ejecutar algo, sin que sepa qué necesita, tal y como se explicita cerca de la mitad de la novela: “Y Torres, con sus altas botas de cuero con suela de goma, se sentía un forastero que había llegado a una tierra desconocida para cumplir con un secreto designio que aún no le había sido revelado” (p.86). Se trata de una dosificación de la información que en el caso del protagonista subraya el misterio alrededor de él, así como va derivando en cierta forma de incomprensión. Como algunos personajes de los hermanos Coen, Iván Torres continúa su periplo con esa mezcla de asombro y absurdo que despoja a la experiencia y los encuentros de banalidad, así como los introduce en un torbellino de malentendidos y falsas expectativas (lo cual no deja de tener humor, como cuando lo confunden con un sacerdote).
Sin embargo, creo que lo más importante, tal y como se sugiere desde el título, son los espacios. Desde las misiones, hasta las explotaciones mineras, pasando por los night-clubs y los prostíbulos, junto con los hoteles al paso, los lugares por los que circula Iván Torres van tejiendo un sentido particular. Como es evidente, este sentido es consecuencia de su trajinar por ellos, el cual permite sondear la soledad moral y afectiva en la que se encuentra el protagonista. No obstante, se trata de algo más. Todos estos lugares son —cada uno a su manera— microcosmos del espacio que los engloba, esa selva que de paradisiaca, virgen y exuberante no tiene nada. Al contrario, los prostíbulos, las explotaciones madereras, las aldeas de tribus y tantos otros espacios expresan a diferentes niveles la debacle sin fin en la que individuos y sociedades han caído por culpa del capitalismo. Iván Torres es muy consciente de esto, aunque la consciencia no se exprese en militancia, sino en una especie de lúcida perplejidad, no exenta de ironía:
—¿Has venido para buscar el Paititi?
La pregunta de Elvis lo descolocó. ¿Explorador del Paititi, él, un simple turista que a falta de otras cosas mejores que hacer se había dejado arrastrar por esa aventura descabellada que ignoraba a dónde lo conduciría? El Paititi, El Dorado, las leyendas se le confundían, pero seguramente todas tenían que ver con la codicia y la sangre y solo podían terminar mal. Podía haberle dicho que en Nueva Esperanza se había alojado en el Hotel Paititi. Quizá lo que para él constituía una pintoresca coincidencia ocultaba un signo que había pasado por alto. Quizá también él buscaba una ruta de escape, un espejismo. (p.99).
Del paisaje utópico al territorio en ruinas: la selva ya no es más el espacio donde la naturaleza esperaba la mirada que la desvelara sino la topografía de un desastre, una región abandonada e inhóspita, pero al mismo tiempo conectada de manera perversa con el resto del mundo. Porque si, por un lado, los personajes disfrutan de la televisión por cable, el internet, los smartphone, por otro lado, sufren en carne propia lo que significa ser los parientes pobres de un mundo sin fronteras. En la selva se ha concentrado lo peor del siglo XXI en una especie de negativo fotográfico y pesadillesco de El Dorado o Paititi. Lo único que queda es el humor involuntario de alojarse en hoteles con nombres que, como espejismos, aluden a esos paraísos perdidos para siempre, imposibles de alcanzar. Sobre todo, porque seguir buscándolos significaría cerrarle los ojos a la verdad, enajenarse aún más que todos esos pobladores adictos a la televisión basura y a estar mirando sin descanso sus teléfonos.
Algunas lecturas han subrayado el compromiso y la denuncia en Mundo invisible. Lo cual me lleva a un doble cuestionamiento acerca de la lectura y la novela en sí. Me pregunto, primero, hasta qué punto abordamos la literatura buscando refrendar en ella nuestras expectativas, antes que ponerlas entre paréntesis, en beneficio de la lectura. Lo segundo se desprende de esto, pero alcanza elementos más problemáticos. ¿Hasta cuándo seguiremos leyendo ficciones ambientadas en la selva como si fuesen testimonios, documentos y manifiestos? Tengo la impresión de que, poco importa el valor literario del cuento o la novela (y vaya que varias de las mejores ficciones nacionales están ambientadas en ella) cuando en la lectura lo socioeconómico prevalece junto con lo político. Desde luego, la novela de Juan Carlos Galdo permite hasta cierto punto este tipo de acercamiento. Sus prostíbulos, campamentos mineros y demás espacios, junto con la depredación de la naturaleza y el envilecimiento del ser humano son la prueba más fehaciente. Sin embargo, lo hace precisamente por el riesgo estético formulado en su riqueza temática; ese estilo conciso que no excluye el vuelo lírico; su retrato sin concesiones de personajes, pero al mismo tiempo cargado de empatía; así como también las constantes referencias a mitos y novelas que Iván Torres escucha y lee; en resumidas cuentas, otras historias que multiplican la heterogeneidad de lo real.
Debo confesar que se trata del primer libro que leo de Juan Carlos Galdo, un autor por lo demás discreto, también dedicado a la escritura de ensayos y crónicas de viaje. La experiencia de lectura, quizá debería decir el viaje, me llevó a incursionar sin descanso ni respiro en un territorio narrativo que no por desconocido dejó de parecerme original. Una vez que he cerrado el libro, el murmullo de la selva, las voces de tantos personajes y destinos, ha seguido resonando en mi casa, levantada al lado del río Loira. Si la literatura es un viaje, tal vez el que promete los recuerdos más intensos, el propuesto por la novela de Juan Carlos Galdo no deja indemne, queda grabado a fuego en la memoria.
Presentamos el siguiente comentario a “Ismandro”, una novela inédita del compositor musical Enrique ‘Paco’ Pinilla. En una carta, Julio Ramón Ribeyro calificó a la obra como demasiado moderna y audaz para la década de 1950.
Por Marlon Aquino Ramírez
Enrique Pinilla (1927-1989) ocupa un sitial destacado en la historia de la música peruana contemporánea. Como compositor, creó obras para orquesta, obras corales y de música de cámara, así como música electrónica y bandas sonoras para películas entre las que destacan En la selva no hay estrellas (1967) y La muralla verde (1970) de Armando Robles Godoy. Además de haber sido director de orquesta, se dedicó a la docencia universitaria (fue primer director de la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad de Lima) e incursionó en el periodismo escribiendo críticas musicales en los diarios El Comercio y Expreso.
Pero la inquietud creativa de Pinilla, como acabamos de enterarnos con la publicación de su novela póstumaIsmandro (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2019), se extendió también al terreno literario. Esto no extraña tanto teniendo en cuenta la cercanía del compositor con los escritores de la Generación del 50. Así, Emilio Bustamante recuerda que Julio Ramón Ribeyro, en una carta a su hermano Juan Antonio –escrita en 1956– se refiere de esta manera a Ismandro: “La novela de Pinilla que he leído, releído, aconsejado, es bastante buena. Quizá demasiado moderna, demasiado audaz para nuestro medio”. Agudo como siempre, Ribeyro da en clavo, pues identifica el ADN de esta obra: la audacia.
“No he pretendido hacer una obra literaria” declara el autor en la “Advertencia” de la novela. Pienso, no obstante, que sí quiso hacer una obra literaria, solo que decidió transitar caminos menos convencionales. Esto, por cierto, no tenía nada de raro en 1954 (fecha en la que Pinilla firma el manuscrito de este libro) cuando en el Perú y el mundo aparecían diversas narraciones que apostaban por bombardear la linealidad espacio-temporal, el enfoque en la anécdota y la dictadura del narrador omnisciente. Por ello, no pretenda ningún lector encontrar en Ismandro un texto de fácil lectura. Prepárese, por el contrario, para recibir en las manos una catarata de fichas con las cuales debe tratar de armar un complejo rompecabezas. Y es que esa audacia señalada por Ribeyro sigue vigente, representando un desafío de lectura que depara no poca gratificación a quien lo supere.
La anécdota que subyace en Ismandro tiene como línea principal la preparación, ejecución y consecuencias del estallido de un puente fronterizo a manos de un grupo comunista del cual forma parte el joven griego Ismandro. Todo ello desarrollado en un espacio geográfico difuso, pero en un tiempo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Una atmósfera de desolación, muerte y nostalgia tiñe de gris numerosas escenas del libro. También las voces de los personajes traslucen angustia frente a un mundo que, como aquel puente, se ha hecho pedazos, pero aun así se busca reconstruir a través del compromiso político y el amor. Diestro en el manejo de la variedad melódica, Pinilla llevó esta misma técnica a su novela y construyó un laberinto de voces y perspectivas que se mezclan, a veces con trágica belleza y otras con premeditado desorden.
Los riesgos de una novela así son grandes. Hay capítulos demasiado oscuros donde la ilegibilidad del lenguaje y el borroso argumento podrían hacer encallar al lector más ducho. Existen también diálogos cuya artificialidad o su dificultad para ser asociados a personaje alguno crean un prolongado desconcierto. Sin embargo, hay momentos en que este cielo encapotado se despeja y asoman escenas de una claridad lingüística, de un magnetismo argumental y de una vitalidad tan intensa que hacen olvidar aquellas imperfecciones. Esto ocurre con el capítulo IV, fascinante y desgarrador relato en primera persona del viejo capitán Hopkins que, a la manera delMoby Dickde Melville, sumerge al lector o lectora en una serie de aventuras por las agitadas aguas del Atlántico que prueban los límites del espíritu humano. El capítulo final, en el que Ismandro se ve enfrentado a las consecuencias de sus actos, es también una de las mejores secciones del libro.
¿Seguirá siendo Ismandro una novela demasiado audaz para nuestro medio?
Enrique Pinilla fue amigo del escritor Julio Ramón Ribeyro.
Un breve comentario al libro que reúne una docena de textos que tienen como eje al hedonismo.
Por Jorge Cuba Luque
Más de una señorita bien educada hesitará en acercarse a este libro al percatarse del su título, Mi corazón simplificado piensa en tu sexo(Grado Cero Editores, Arequipa 2019) sin saber que la obra tiene poco que ver con lo que se está imaginando, y, más bien, es una directísima alusión al conocido (salvo por los que no lo conocen) poema XIII que César Vallejo incluyó en Trilce. En efecto, el libro de Walter Lingán, libro corto de una setenta y tantas páginas, está compuesto de una docena de textos que son tanto cuento o como algo que se les parece, pues contienen todos ellos una historia, aunque sin el consabido esquema de una intriga delineada en el consabido inicio-desarrollo-desenlace.
Si bien Mi corazón simplificado piensa en tu sexo tiene un hilo conductor, que no es otro que el hedonismo, este no es más que un anzuelo con el que el autor nos atrapa (el sexo atrapa) para representar problemas existenciales, la depresión, o “depresión desesperada” como apunta el narrador de “No sé si es sábado o domingo”, uno de los textos más logrados del volumen por la ligereza y el toque de humor con el que abordado el tema de la depresión. O la pérdida del padre y el apego a la literatura como enlace entre padre e hijo, en el texto que abre el libro, “Entre en los pabellones de la muerte con los ojos de la razón”. Pero a pesar del hedonismo —o gracias él— este libro aborda, con un lenguaje pulcro y fluido, temas como el desamor, el deseo y el placer (esto último en el texto de título vallejiano), la dualidad Eros y Tanatos, cosmopolitismo y provincialismo, entre otros temas. El narrador de los textos de este libro ha elaborado un conjunto de escritos que son diversos y uno al mismo tiempo, lo mismo que un “yo” presente en cada uno de ellos, que Walter Lingán configura como un “yo” hambriento de vida y, por eso mismo, desenfadado y observador, que sabe que la muerte ha de llegar, y que, por eso mismo, bebe la vida con “ganas ubérrimas”, como diría Vallejo. Con su Corazón…Walter Lingán muestra a sus lectores (que los sabemos numerosos) lo que ya exhibió con novela publicada en 2015 que posee un universo narrativo propio.
Un comentario a la más reciente publicación del escritor Orlando Mazeyra Guillén, quien en estos días de cuarentena ofrece gratuitamente el libro a los lectores que le escriban al correo mazeyra@gmail.com
Por Jaime Cabrera Junco
Por distintas circunstancias literarias echo mucho de menos a Oswaldo Reynoso. Y lo recuerdo especialmente cuando me aseguraba que la literatura peruana más comprometida se hacía fuera de Lima. Estas palabras resuenan en mi mente otra vez ahora que acabo de leer los textos del escritor arequipeño Orlando Mazeyra Guillén. En los 28 relatos de Unicornios y cocodrilos —dos de los cuales son más bien evocaciones o testimonios— arde el fuego de la literatura, una pasión por la historia a contar y por la cual su autor —intuyo— se inmola a lo bonzo y toma como insumo sus propios demonios. Dicen que la familia es la célula básica de la sociedad, y en la mayoría de los relatos de este libro, esa célula explota sacando a relucir las miserias de esa patria chica que es el hogar. Sin mayores artificios estilísticos y, con un lenguaje que fluye y corre como pólvora, las historias de Mazeyra Guillén son pequeñas bombas que el lector enfrentará para a su vez interpelarse a sí mismo. La brevedad es un punto a favor, pues estos relatos son como inyecciones que van directamente a la vena.
Si bien la familia es una constante en muchos de estos cuentos, aparece también un leit motiv subyacente: la literatura o, más precisamente, la escritura. Este juego metaliterario, donde el narrador hace guiños al lector y se vislumbra al autor, es el gran tema unificador en esta nueva entrega. Una virtud del autor es la elaboración de diálogos ágiles y que aumentan la intensidad narrativa. Cuentos como el simbólico “El vuelo del cóndor” o “Un extraño te abraza” —para mi gusto el mejor del libro— revelan una destreza narrativa, pero sobre todo la consolidación en el universo narrativo donde Mazeyra parece más a sus anchas: la familia. En su exploración por los terrenos de la ciencia ficción sale poco airoso, me refiero concretamente a los cuentos “Elecciones en Ariadna” y “Un pueblo llamado Celorio”, pero demuestran una saludable osadía, pues creo que un autor debe intentar salir de su zona de confort. Otro aspecto a resaltar es el del humor negro que imprime de manera sutil o de manera manifiesta, restando solemnidad a los textos y dándoles un aire más coloquial.
Por esa cuestión elitista y argollera que tiene la literatura limeña —que no peruana—, Orlando Mazeyra Guillén no tiene el reconocimiento que se merece plenamente. Sea a través de sus cuentos o en sus articuentos en el semanario Hildebrandt en sus trece, el lector encontrará historias cotidianas, pero contadas con mucho nervio y, sobre todo, que ponen el dedo en la llaga. Esto puede resultar gratificante para quienes buscamos historias que nos conmocionen y no sean mero entretenimiento. En este libro hay mucho de eso, de allí que espero pueda tener una gran recepción no solo en Arequipa, donde el autor ya se ha ganado un lugar en la narrativa contemporánea.